porque si quieres que suceda, sucederá

miércoles, 21 de febrero de 2007

El Nuevo Señor Tenebroso cap. 3

Lo primero de todo, ¡GRACIAS POR TUS COMENTARIOS, AYA! me hizo mucha ilusión recibirlos. Con decirte que hasta lloré...

Creo que le he perdido el miedo al fanfiction, al menos un poquito. Así que lo colgaré n.n

Este capítulo no me gusta nada, demasiada transición y poca miga. Pero a veces estas cosas son necesarias para avanzar con la historia.

Aya, creo que vas a tener todavía más ganas de matar a Ron. Creo que ya las tengo hasta yo, y eso que me encanta... pero ya haré algo bueno con él más adelante, el pobrecillo es un poco simple y necesita de varios capítulos para centrarse un poco xD

Bueno, y aquí va el tercer capítulo:


Cap. 3: El intercambio

- Sangresucia – dijo a modo de saludo Draco cuando la vio bajar.

- ¡Oh, qué original! – ironizó Hermione cuando llegó a la sala común – Deberías escribir un diccionario con los insultos con los que me obsequias. No será mucho trabajo, para la hora del desayuno ya habrás terminado – continuó mordaz.

- Tranquila, Granger. Para ti tengo todos los insultos que quieras. Pero no quiero que te dé un sofocón el primer día, pensarían que te he hecho algo – sonrió socarronamente el rubio.

¿Cómo habían llegado a esa situación? ¿Cómo habían podido ceder a las artimañas del viejo loco? Ahora se encontraba compartiendo torre con la sangresucia, ¡con la sabelotodo Granger! ¿No se suponía que ser Premio Anual consistía en eso, en un Premio? ¡Esto era un castigo!

Aunque pensándolo bien, el verdadero castigo hubiera sido quedarse con el resto de Slytherins. Lo pasó francamente mal la noche anterior. Quizás fueran paranoias suyas, pero Nott le había mirado de forma muy suspicaz, y había insistido mucho en que por qué habían tenido que aplaudir durante la cena.

La mayoría se habían mostrado satisfechos con la explicación de que había que actuar como mejor les conviniera. Allá cada uno con lo que creyera, pero si les iba a aportar mayor beneficio adular un poquito a Dumbledore, no deberían caérseles los anillos por ello. A fin de cuentas, la guerra ya había terminado y todos sabían cómo.

Sin embargo, había un sector – a su parecer instigado por Nott – que se mostraban reacios a aquella “humillante sumisión” – como ellos mismos la habían llamado, – y que al parecer pretendían seguir con su cruzada particular por la pureza de sangre.

Sería algo más complicado enterarse de las cosas ahora que ya no iba a dormir allí nunca más, pero también era un alivio saberse alejado y a salvo de aquellos que no se tomarían demasiado bien su pequeña-gran traición.

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- ¡Hermione! ¿Dónde te metiste anoche? ¿Y esta mañana? No te hemos visto bajar – le reclamó Ginny en cuanto la vio llegar a la mesa de Gryffindor – Necesito hablar contigo.

Harry la miró saludándola con la mano mientras apuraba un vaso de jugo de calabaza.

Ron ni siquiera se volteó para verla, tan ocupado como estaba contándoles sus batallitas de quidditch a unas chicas de sexto.

- ¡Hola chicos! – saludó dirigiéndose a los dos primeros. – Pues veréis – dijo en un suspiro – me ha ocurrido algo increíble.

La voz del director pidiendo silencio impidió que continuara hablando, y se sentó en frente de Ginny.

En ese momento, Draco Malfoy hacía acto de presencia en el comedor, escoltado por Pansy Parkinson y sus dos gorilas.

- Queridos alumnos – comenzó Dumbledore – como sabrán, este año todavía no habían sido nombrados los Premios Anuales. Y ahora que la guerra ha terminado, hemos modificado algunas de las normas para favorecer la relación entre las diferentes casas. Así que, a partir de este año, los Premios Anuales compartirán algo más que tareas y obligaciones – todos los alumnos lo miraban ahora con curiosidad. Ha sido creada la torre de los Premios Anuales, en la que ambos vivirán durante todo el curso.

Todo el comedor se llenó de murmullos de sorpresa por la noticia.

- Y los alumnos que se beneficiarán de estos nuevos privilegios – continuó el director alzando un poco más la voz – son: Hermione Granger, de Gryffindor y Draco Malfoy, de Slytherin.


Nadie dijo nada durante algunos momentos. El estado de shock era generalizado, pues toda la escuela conocía la mala relación entre ambos alumnos.

La mesa de Gryffindor y Slytherin miraron con una mezcla de escepticismo y compasión a sus respectivos Premios Anuales. El resto de casas no tardaron en comenzar a cuchichear sobre el “bombazo”.

- Herms, ¿es eso cierto? – le preguntó Harry – ¿de verdad compartes torre con Malfoy?

Ella sólo asintió levemente con la cabeza sin levantar la vista de su plato.

¡Qué estúpida había sido! Desde que se enteró de la fatídica noticia, sólo había logrado lamentarse de su mala suerte. Ni siquiera había pensado en la reacción del resto del colegio. ¡Era la comidilla de todo Hogwarts! Todos sabían que se odiaban a muerte; iban a esperar, apostados en cada esquina, para ver quien lanzaba la primera maldición.

- ¡Escuchad un momento! – reclamó de nuevo el director, con la voz amplificada. – Todavía tengo una noticia más que daros. Esta noche vendrá un visitante y se quedará con nosotros durante cierto tiempo. Se trata de una nueva actividad escolar, y os rogaría que fueseis puntuales para la cena.

Nuevas miradas sorprendidas y cuchicheos se expandieron por todo el comedor. Desde luego, ese principio de curso iba de sorpresa en sorpresa.

- Herms, ¿estás bien? – se interesó Harry que la observaba preocupado. La chica no parecía tener muy buena cara.

Ésta asintió de forma distraída al tiempo que observaba de reojo como, en la mesa de Slytherin, un altivo rubio tomaba su desayuno elegantemente al tiempo que ignoraba los intentos de Parkinson por iniciar una conversación, y los cuchicheos que flotaban a su alrededor.

¡Será imbécil! – Pensó – ¿Qué mal he hecho yo para merecer esto? He sido una alumna ejemplar, ¡este castigo es demasiado!


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Siempre que se había enfadado alguno de los tres, se formaba una situación incómoda para el esto. Hermione no recordaba unos momentos tan tensos desde que Harry y Ron dejaron de hablarse en cuarto curso. Y ahora era igual, pues ella no pensaba ceder y suplicar por unas disculpas que no sentía ante el testarudo e inmaduro de Ron. Por mucho que le gustara.

Harry se mostraba extrañamente ausente ese día, lo que no ayudaba precisamente al reciente aislamiento de Hermione. Porque inevitablemente, ella había sido la desplazada. Ella no había estado en la batalla. Ella, la come-libros, no era lo suficientemente interesante.

Sí, Harry estaba completamente en Babia. De no haber sido por Hermione, se hubiera cortado un dedo podando unas simples ramitas en clase de Herbología. Aunque no se libró de la reprimenda de la profesora Sprout y las risitas mal contenidas de sus compañeros. Siempre se había caracterizado por ser un chico algo despistado, pero lo de ese día rayaba lo imposible: la mayoría de las respuestas a lo que cualquiera le dijera eran incoherencias, podrían haberle pedido su saeta de fuego y él la habría regalado sin más.

No, definitivamente, Harry no era un buen apoyo en ese día.


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El primer enfrentamiento del día tardó bastante en llegar. Pero llegó. Habían finalizado las clases, y Hermione se dirigía a la torre de Gryffindor acompañando a Ginny. Ésta le contaba cómo había acorralado a Harry después del desayuno y le había dicho que ya no tenía excusa alguna para no salir con ella. Acto seguido le había besado.

Ahí estaba la razón de por qué Harry había estado embobado todo el día. Tendría que haberlo supuesto – se recriminó la chica mientras felicitaba a su amiga.

Se disponían a cruzar el retrato de la señora gorda cuando una voz se escuchó desde la sala común:

- Y dice que no es una traidora. ¡Ja! Ya no sólo es su amiga, ¡sino que viven juntos!

La risita chillona de Lavender se escuchaba de fondo.

Hermione cruzó la sala común de dos zancadas, enfurecida como estaba, para colocarse frente a la chimenea, donde Ron y Lavender estaban cuchicheando sentados en el sofá.

- Ronald – le llamó, seca – Ya has oído lo que ha dicho Dumbledore, son las nuevas normas, yo no lo he decidido. Así que haz el favor de no inventarte cosas.

- ¡Podrías haberte negado! – le reclamó furioso el pelirrojo.

- ¿Y por qué habría de hacer algo así? ¡Yo quiero ser Premio Anual! – alegó la chica perdiendo la serenidad que había intentado mostrar.

- ¡Te has vendido! – dijo ahora gritando Ron - ¡Ya no eres una Gryffindor, eres una traidora!


No respondió. Apretó los dientes y giró sobre sus talones, dirigiéndose al exterior de la torre. Ginny la siguió.

- No le hagas caso. Se enfadó y ahora no sabe como pararlo.

- Es un imbécil – sentenció Hermione con la voz quebrada.

- Es cierto, pero está dolido porque te quiere.

- Eso no es cierto.

- Sí que lo es.

- No, no lo es.

- Claro que sí, todos lo sabemos.

- Pues todos os equivocáis.

- Es sólo que él no lo quiere reconocer.

- Pues ya es demasiado tarde, porque ya no le perdono más.

- Sabes que no es cierto – repuso Ginny – Lo harás en cuanto te diga que te quiere.

- No lo hará. Me voy a mi torre.

- ¿Con Malfoy? – preguntó pícaramente la pelirroja - ¡Oh, vamos, Herms! ¡No pongas esa cara! – exclamó al ver como su amiga arrugaba la nariz – Al menos te ha tocado con uno que está bueno, imagínate si hubiera sido McMillian – dijo poniendo cara de asco.

- ¡Me voy a mi habitación! – gritó enfadada la castaña mientras se alejaba – ¡sola! – volvió a gritar antes de desaparecer tras una esquina.

¿En qué demonios está pensando esta loca? – pensó entre maldiciones Hermione al tiempo que se acercaba al cuadro de Apolo y Dafne, que la miraban sonrientes.

- Querida, hace un día hermoso, ¿cómo traes esa cara? – le preguntaron en cuanto llegó.

- Ella también le odia, ¡cómo puede bromear con esas cosas! Yo le odio, él me odia, ¡compartir torre es una locura!

- La contraseña, querida…

- Sapientia Maxima.

El cuadro se abrió hacia un lado dejando espacio para pasar a la sala común.

La expresión de Hermione se suavizó un poco. Lo cierto es que su nueva sala común era un lugar bastante acogedor: un gran sofá blandito frente a una enorme chimenea; a los pies, una mullida y peludita alfombra de color crema; junto al sillón orejero, una lamparita de pie ideal para sus largas lecturas. Las tapicerías eran de color vino y verde pastel: una combinación agradable y acogedora, y los muebles eran de madera de cerezo.

La biblioteca estaba al otro lado de la estancia. Varias estanterías repletas de gruesos libros, una amplia mesa con dos sillas acolchadas y Parkinson sentada en una de ellas.

- ¡Parkinson! – escupió cuando se recobró de la sorpresa - ¿se puede saber qué haces en mi torre?

Sorprendentemente, Pansy se levantó con rapidez, como si la hubieran pillado en una travesura.

- Siéntate, Pansy – ordenó una voz desde la entrada – Está aquí conmigo y esta torre no es sólo tuya, Granger.

- ¿Acaso piensas traer aquí a todas las guarrillas con las que te juntas, Malfoy? – volteó para encararle molesta.

- Traeré aquí a quien me dé la gana, sangresucia – replicó altivo – Te diría que hicieras lo mismo, pero ya que el pobretón no te habla y San Potter está muy ocupado besuqueándose con la mini-Weasley por los pasillos…

La cara de Hermione era todo un poema, pero no porque Malfoy hubiera insinuado que no tenía amigos. ¿Cómo hacía el hurón para enterarse de los chismes tan rápido?

- ¿Cómo lo…?

- Todo el mundo sabe que Weasley no te habla. Y en cuanto a Potter, los he visto – aclaró con voz seca – y ha sido lo más desagradable que he tenido que presenciar en mucho tiempo.

Arrugó la nariz en un gesto de asco exagerado, incluso para alguien como Draco Malfoy.

En la planta superior se escuchó un portazo, y acto seguido unas pisadas bajaron por las escaleras.

Hermione se giró alarmada. ¿Quién más había en la torre?

Un joven alto, moreno (1), de mirada penetrante y con el escudo de Slytherin descendió entonces a la sala común.

- ¡Hey, Granger! – la saludó con una sonrisa – ¿Cómo va eso? (2)

Lo miró estupefacta, sin poder articular ni una palabra. ¿No era Blaise Zabini el que acababa de saludarla amigablemente?

- ¿Que cómo va eso? – repitió incrédula – ¡Mal!

Y subió corriendo hasta su habitación, cuya puerta cerró de un sonoro portazo.

- ¿Qué le has hecho, Draco? – preguntó divertido señalando hacia arriba – Y por cierto, ¿qué hacías mirándole el culo?

- Joder, Blaise. Es la sangresucia. ¿Cómo voy a mirarla? – saltó a la defensiva el rubio.

- No creo que eso ya importe mucho. Además, ignorando el nido que tiene incrustado en la cabeza, tampoco está tan mal – valoró el moreno.

- ¡Es Granger! – exclamó como último argumento Draco, volviendo a arrugar la nariz.

Zabini se rió suavemente al verlo.

- ¿Para qué nos has llamado, Draco? – inquirió Pansy mostrándose levemente molesta.

- Tú – dijo señalándola el rubio – ¿Es que ahora vas a tener la costumbre de esperar a que te defienda, o qué? – Pansy le dedicó una mueca bastante desagradable. – Tenía que hablar con vosotros en privado.

- Y bien, ¿qué sucede?

- Supongo que habréis leído el Profeta estos días – los dos asintieron. – Entonces sabréis que mi padre y mi tía Bellatrix se han fugado de Azkaban – volvieron a asentir. – He hablado con el viejo loco y sigue pensando que Hogwarts es infranqueable.

- ¿Qué insinúas, Draco? ¿Que tu padre planea atacar Hogwarts? – se preocupó Pansy.

- ¡Por supuesto! No es tan difícil como quiere hacer pensar el viejo.

- ¿A qué te refieres con eso? – preguntó Blaise - ¿Acaso sabes cómo entraron el curso pasado?

- Claro, yo los dejé pasar – confesó Malfoy.

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Una cosa era que medio-confiara en ese par (al fin y al cabo le apoyaron públicamente en la mini-revuelta de la sala común), y otra muy distinta que les largara sin más toda la información que tenía. Ni siquiera él sabía a ciencia cierta qué hacer. Metió la mano en el bolsillo de su capa y sacó un pergamino pulcramente doblado. Evidentemente, ni Blaise ni Pansy sabían de la existencia de esa carta. Un Malfoy siempre se guarda un As bajo la manga. Y por esa misma razón, tampoco debía limitarse a lo que su padre había escrito.

Se sentó para leer, por enésima vez, el pergamino que había recibido a mediodía:

Draco:

Después del rumbo que tomaron los acontecimientos este verano, he de suponer que te encontrarás de nuevo en Hogwarts. Así que no creo necesario tener que recordarte que guardes a buen recaudo esta carta.

Tu tía Bellatrix y yo estamos en un lugar seguro, contactando con los seguidores del Lord que quedan en libertad. Todavía quedamos bastantes y esto no tiene por qué acabar. Sé que no eras muy partidario del Lord, por eso disculpo tu actuación del curso pasado. A fin de cuentas él era sólo un mestizo.

Pero las cosas van a ser diferentes ahora. Estamos movilizados y ellos no esperan un ataque repentino. Esta vez la victoria será para la sangre pura.

No puedo darte más detalles, sería peligroso en caso de que la lechuza fuera interceptada. No intentes ponerte en contacto conmigo. Yo te avisaré de todo lo que debas saber.

Tu padre,

Lucius Malfoy

A simple vista, parecía que su padre confiaba en él, a pesar de lo sucedido el curso anterior. Pero la excusa de las lechuzas interceptadas no era suficiente como para no haber dado ningún detalle más, aunque fuera en clave.

No, no había ningún código oculto. La única pista que veía después de haber revisado concienzudamente cada palabra, era que su padre no confiaba en él. Y con razón.

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- Queridos pupilos – comenzó alegre el director en cuanto se llenó el comedor para la cena. – Tal y como prometí esta mañana, voy a explicarles la nueva sorpresa que les tenemos deparada este año.

Todos se dispusieron a atender lo que el buen hombre tuviera que contar, pues ese año estaba resultando ser bastante novedoso.

- Supongo que estaréis pensando que hay muchas novedades para ser principios de curso – adivinó el anciano. – El motivo es que pensamos retomar ciertas actividades de las que prescindimos antaño por falta de seguridad. Se hizo una excepción con el Torneo de los Tres Magos, y todos sabéis que el resultado no pudo ser peor – anotó con voz algo apagada. – Sin embargo, a partir de ahora, podremos ir retomando algunas de estas actividades. No sin ciertas precauciones, claro está. Todavía quedan algunos mortífagos en libertad que esperamos terminen pronto en Azkaban…

Los alumnos comenzaron a revolverse inquietos en sus asientos. Dumbledore se había entretenido demasiado tiempo divagando, y todos querían saber ya de qué misteriosa actividad se trataba.

- Os presento a Alexei Nikolaev – anunció de pronto Dumbledore, volviendo a la realidad.

Un joven alto, de piel blanca y pelo oscuro se situó junto al anciano.

- Errr… en-cann-ta-do – saludó tímido al comedor con un fuerte acento.

- Como habrán podido adivinar, se trata de un alumno de Drumstrang, y va a pasar aquí los próximos tres meses como alumno de intercambio.

Murmullos de sorpresa inundaron el comedor.

Dumbledore sonrió abiertamente, ahora venía la mejor parte.

- Y cuando el Sr. Nikolaev se marche, otro alumno de Hogwarts, a partir de quinto curso – de veras que lo siento por los menores, – será elegido para pasar tres meses en la escuela de Durmstrang.

Nuevos murmullos y exclamaciones se dejaron oír en todas las mesas.

- Como veis, ésta es una actividad promovida para fomentar las relaciones internacionales. Además de que el elegido obtendrá puntos extras para su casa y gozará de ciertas ventajas, como ausentarse de la clase de nuestro querido profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras durante algún tiempo – Dumbledore se rió divertido ante su ocurrencia, a lo que Snape le miró agriamente. El resto del comedor observó la situación estupefacto, pero pronto las risitas mal contenidas comenzaron a escucharse en las diversas mesas.

Severus Snape no dudó en lanzar una furibunda mirada a los sonrientes alumnos, sobre todo a la mesa de Gryffindor, que parecía divertirse sobremanera con la situación. Probablemente lo pagaran caro al día siguiente.

- Y para continuar con la tradición – intervino, salvando la humillante situación para el serio profesor, McGonagall, - nuestro nuevo alumno deberá ser seleccionado en una de las cuatro casas.

Se escuchó un “plop” y un taburete de madera apareció frente a la mesa de los profesores. Sobre él descansaba, descuidadamente, el sombrero seleccionador.

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Notas:

(1) : Que yo recuerde, el libro dice claramente que Zabini es negro. De hecho lo estoy leyendo en inglés ahora mismo y pone "black" osease que no hay ninguna duda. Sin embargo, en todos los fanfics que he leído hasta la fecha, lo pintan como un chico moreno de pelo y pálido de piel ¿Ha salido en alguna de las pelis?. Reconozco que la idea me gusta, quizás porque sin querer, lo acercamos más a los estúpidos cánones de belleza occidentales y tal. Lo dicho, una tontería, y sino... mirad a Will Smith :D~~ hasta con las orejotas n.n

(2) : Ey, ¿cómo va eso? *wink* oooooh Joey!! adorei adoreiiiiii xD

martes, 13 de febrero de 2007

El Nuevo Señor Tenebroso cap. 2

cap. 2 ¡Quiero una habitación!



Draco observó receloso a sus compañeros en la mesa de Slytherin. No estaba muy seguro de qué era lo que pensaban realmente. A pesar de que todos aplaudían ante la aparición del director, la mayoría eran hijos de mortífagos. Habían sido educados para esconder cualquier sentimiento, para que sus rostros reflejaran siempre lo que se suponía que debían, según la ocasión. Y en esos momentos era algo que le repateaba profundamente.

Que Snape hubiera traicionado al Lord Oscuro, y quisiera hacerlo público a pesar de las posibles represalias por parte de hijos de mortífagos encarcelados, era únicamente asunto suyo. Y por cierto que era algo que realmente le había sorprendido, jamás lo hubiera imaginado. Al menos no antes de verle en el hall, entonces sólo le había faltado sumar dos y dos para saber qué ocurría allí.

Pero su asunto era más delicado. Aunque él no habló con nadie acerca de su misión, no sabía si sus compañeros de casa se habrían enterado de lo que le mandaron, y de que no lo cumplió.

Seguía cavilando y observando de reojo a sus compañeros cuando el tintineo de una copa amplificado pidió silencio. Tras algunos instantes, la algarabía cesó creándose un silencio expectante.

Albus Dumbledore se puso en pie, sonriente, en su sitio de la mesa de los profesores. Intercambió una significativa mirada cómplice con el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, y acto seguido se giró hacia las mesas del comedor.

- Queridos alumnos – comenzó su discurso con voz alta y clara – supongo que la mayoría estaréis sorprendidos de verme aquí, sobre todo después del numerito del funeral a final de curso – expresó con una risita mal contenida. – Quiero pedir perdón a todos por haberos preocupado, pero al final todo ha salido según lo previsto, así que ¡alegraos, éste va a ser el mejor año de Hogwarts en mucho tiempo! ¡La guerra por fin ha acabado! Voldemort… ¡Está muerto! – dijo esto último con una gran sonrisa.

Todo el Gran Comedor rompió en aplausos y la mesa de Gryffindor al completo se levantó entre vítores.

Cómo no, son los mimados de Dumbledore – se dijo para sí mismo Draco – es normal que se muestren tan eufóricos por su presencia y por la derrota del Señor Tenebroso, tendría que haber pensado antes que el viejo podía no haber muerto.

Numerosos miembros de otras casas comenzaron a levantarse y a aplaudir frente a su director. Primero, los miembros de la Armada Dumbledore, después el resto fue uniéndose a la fiesta. Sólo la mesa de Slytherin permanecía tranquila, y aplaudían suavemente en lo que parecía ser por compromiso. Antaño el mismo Draco había actuado así, incluso había impedido que Crabbe y Goyle se unieran a muestras públicas de esa índole. Pero el tiempo pasa y todo puede cambiar.

Miró a su alrededor, realmente no le importaría unirse a la fiesta. Le alegraba saber que el vejete seguía vivo. Por muy loco que estuviera, le había tomado algo de cariño durante esos largos años. Pero él no podía hacer eso, era el príncipe de Slytherin, el hijo de Lucius Malfoy. No quería mostrar ninguna evidencia de alegría, pues podría costarle caro.

Sin embargo, cambió de opinión rápidamente, al sentir cómo alguien se levantaba a su lado. Pansy Parkinson estaba de pie, aplaudiendo con fuerza y determinación. ¡Se ha vuelto loca! – Se alarmó Malfoy – ¡Esto es un suicidio! Pero segundos más tarde él mismo era el que estaba de pie, a su lado, aplaudiendo hasta que sus manos quedaron completamente rojas. Era el príncipe de Slytherin, todos le respetaban – al menos por ahora, – debía aprovechar su posición, ya se le ocurriría una explicación más tarde. Si dejaba a Pansy sola sería su fin, estaba seguro.

Lentamente, algunos de los alumnos de cursos inferiores se fueron levantando también. Y aunque con reticencias por parte de la mayoría de los alumnos de la casa de las serpientes, finalmente todo el comedor se encontraba en pie ovacionando la reaparición de su director, la muerte de Voldemort y la victoria de Harry.

Tras unos minutos de total euforia y descontrol, McGonagall decidió poner fin a la fiesta:

- ¡Está bien, ya basta! – se apresuró a gritar, tratando de aparentar seria. Pero una persistente sonrisa surcaba su arrugado rostro – ¡Es el momento de seleccionar a los nuevos alumnos en sus casas! ¡Sentaos todos!

El bullicio del Gran Comedor fue cesando paulatinamente hasta que todos estuvieron en su sitio de nuevo y en un expectante silencio: la ceremonia de selección empezaba ya, y todos quería conocer quienes eran sus nuevos compañeros de casa.

- Psssst… ¡Harry! – Susurró Ron, que estaba sentado a su lado – las serpientes, se han levantado. Incluso el desgraciado de Malfoy – escupió – ¿cómo pueden ser tan hipócritas?

- Ya, ya los he visto – le respondió el moreno en otro susurro. – Recuerda que hacen todo por interés, no creo que quieran tener a todo el colegio enfurecido – explicó pausadamente.

- ¡Son lo peor! – exclamó el pelirrojo en un tono ligeramente más alto.

- ¡Shhhht! – le chistó Hermione que se había vuelto hacia él con un dedo en la boca, el ceño completamente fruncido y una mirada amenazadora. Volvió a girarse hacia el sombrero seleccionador, que en ese momento indicaba a una niña de media melena rubia y con cara de traviesa que pertenecía a Gryffindor. Aplaudió con ganas, al tiempo que desviaba su mirada disimuladamente a la mesa de Slytherin; sabía que en esa casa hacían las cosas por interés, pero ella había visto cómo se levantaba Parkinson, y le había parecido completamente espontánea.

La ceremonia terminó, y cuando todos los nuevos alumnos estuvieron en sus respectivas mesas, el espléndido banquete apareció ante sus ojos. Y ese año era uno especialmente suculento: pasteles de carne, verduras y patatas asadas, cinco tipos diferentes de salchichas, pan recién tostado y cantidades ingentes de jugo de calabaza. No tardaron en escucharse expresiones de asombro por parte de los más pequeños que hicieron recordar al resto cómo acogieron ellos su primera cena en Hogwarts.

Harry miró hacia sus costados y terminó por desesperarse con lo que vio. Efectivamente, hasta ese momento había sido uno de los días más felices de su vida, pero no pudo evitar enfurecerse ante lo que sucedía a su alrededor.

- ¿Y se puede saber qué os pasa ahora? – les increpó, hallándose como estaba entre sus dos mejores amigos, que miraban fijamente sus platos sin decir ni una sola palabra. – Esta vez os habéis superado, ¿no creéis? Ni siquiera habéis esperado a empezar el curso.

Ninguno de los dos dijo nada. Hermione picoteaba las verduras de su plato distraídamente, haciéndose la desentendida. Y Ron, él estaba con la mayor cara de enfado que se le había podido ver en mucho tiempo: sus orejas lucían completamente rojas y sus dientes rechinaban con fuerza. Ni siquiera tenía ganas de comer.

- Venga, ¿es que ninguno de los dos me va a decir nada? ¡No es conmigo con quien estáis enfadados! – intentó hacerles hablar un poco más calmado.

- Ron la llamó traidora – intervino Ginny.

- ¿Cómo? – exclamó sorprendido ante la aclaración de la pelirroja, sin saber si era debido a lo que había dicho o al simple hecho de que le hablara tan resueltamente, pues todavía no se habían dirigido la palabra desde el curso pasado.

Sí, definitivamente era por lo último. En cuanto cumplió los diecisiete, Remus había ido a buscarle a casa de los Dursley en Privet Drive, y lo había conducido directamente al cuartel general de la Orden en Grimmaud Place. Todo había sucedido muy rápido, tanto que ni siquiera había tenido tiempo de hablar con ella después de su extraña ruptura. De hecho, ni siquiera la había visto hasta que se sentó frente a él en el Gran Comedor.

- Que Hermione viajó con Malfoy, y Ron la llamó traidora – aclaró tranquilamente Ginny mientras le miraba fijamente a los ojos.

Harry tragó saliva incómodo, pero de repente se percató de lo que su ex – novia había dicho. Se giró bruscamente hacia Hermione.

- Que has hecho ¿QUÉ?

- Harry – le advirtió la chica amenazadoramente, – no empieces tú también. No lo hice por gusto y punto.

- Claro – intervino Ron en un tono cargado de ironía, - admítelo Hermione, eres una traidora. Has preferido estar con esa sabandija antes que con tus amigos – dijo en un tono bastante más alto del que le hubiera gustado.

- ¡Lo único que hizo esa sabandija fue ayudar a una traidora como yo cuando su amigo la estaba ignorando! – le espetó la castaña en un tono también bastante alto, mientras se levantaba de su asiento.

- ¡No busques excusas, Hermione! – insistió, testarudo, Ron – Me has decepcionado…

Hermione permaneció en pie junto a la mesa, paralizada. Sus ojos se abrieron más de lo normal: no podía creer lo que estaba escuchando.

- ¡VETE AL CUERNO, RONALD BILLIUS WEASLEY! – le chilló antes de salir, hecha una furia, por la puerta del comedor.

Todos, incluso desde la mesa de los profesores, miraron atónitos la escena.

En la mesa de Slytherin, un rubio estiraba sus piernas elegantemente a la vez que sonreía divertido. Estos Gryffindors – pensó – son tan fáciles de provocar…

/////////////

La fuerza y la energía que había empleado para salir dignamente del comedor se esfumaron nada más cruzar la puerta. Sus rodillas temblaron como si alguien le hubiera echado un hechizo de piernas de gelatina. Reprimió un sollozo, mas al no conseguirlo por completo, salió corriendo hacia la torre de Gryffindor. ¿En serio creía que prefería estar con Malfoy antes que con él? ¿Es que era tonto? O peor aún, ¿es que estaba ciego?

Llegó frente al retrato de la dama gorda sin mayor contratiempo. Por fortuna, los prefectos eran informados de la primera contraseña del curso al recibir la carta del colegio. Así consiguió entrar en la sala común sin tener que esperar a nadie.

Subió veloz hasta su habitación, pues no había nada que deseara más que meterse en la cama, taparse hasta las orejas y cerrar el dosel a cal y canto para que nadie la molestara.

Al llegar a la puerta de su habitación se percató de un detalle: no se había conjurado ninguna habitación para el Premio Anual. Lo cual supuso, además de la frustración de no haber sido ella la elegida, la secreta satisfacción de saber que ninguna de sus cotillas compañeras lo era tampoco.

¿Y los chicos? – pensó- Ni Ron ni Harry lo son, pero… ¿Y Dean y Seamus? ¿Y Neville? Se le escapó una risita al darse cuenta de lo que había pensado. No, ningún Gryffindor había obtenido el Premio Anual ese año, lo más probable es que fuera algún Ravenclaw…

/////////////////

- ¡Pans! ¿Estás tonta, o qué? – le siseó Draco al oído al tiempo que la empujaba dentro de un aula vacía en las mazmorras - ¿Has visto lo que me has obligado a hacer?

- Nadie te pidió que hicieras nada – respondió la morena. Aunque su mirada brillaba emocionada.

- No, Pansy, no me mires así. No te pienses lo que no es – se apresuró a aclarar el chico. – Ni funcionó el año pasado, ni funcionará ahora.

La mirada de Parkinson se ensombreció automáticamente.

- Venga Pansy, sabes que te aprecio de verdad y por eso te respeto. Si no ya me habría aprovechado de ti, ¿no crees? Y sabes que Draco Malfoy no aprecia y respeta a cualquiera – intentó animarla.

Y era cierto. Ser un Malfoy implica muchas cosas, pero la principal es el sentirse superior a los demás. El respeto por el prójimo no es algo que vaya ligado a ese apellido.

Pansy sonrió levemente.

- Me daba igual si no se levantaba nadie más, yo ya estoy harta. Me alegro de que todo haya acabado. Sólo quiero vivir tranquila – confesó.

- Eso me parecía. Pero no vuelvas a hacer nada que me ponga en evidencia, ¿entendido? – le dijo seriamente al tiempo que salía del aula. Ahora le tocaría lidiar con la horda de Slytherins que seguro le estaban esperando en la sala común.

En momentos como ése, hubiera dado cualquier cosa por ser Premio Anual, al menos tendría una habitación para él solo. Suspiró. Le esperaba un año muy largo.

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El primer día de clases en Hogwarts amaneció brillante y soleado, nada que ver con el ánimo de la prefecta Gryffindor que bajaba hacia su sala común. Después de mucho pensar, no sabía si quería estar junto a sus dos amigos. Bueno, sí que lo sabía. Quería estar con ellos, pero no de la forma en la que estaban. Estaba más que harta de aguantar y perdonar todas las salidas de tono de Ron, el incondicional apoyo de Harry a su amigo, aunque quisiera mostrarse imparcial.

Desde aquel lejano ataque del trol en Halloween de primer curso, habían vivido muy buenos momentos. Pero también malos. Discusiones en las que ella siempre terminaba cediendo por el bien de su amistad. Quizás se debía a que eran los únicos amigos que había tenido nunca, y si los perdía volvería a quedarse sola. Y eso era algo que siempre le había aterrorizado. Pero ya no. Definitivamente no quería verlos si se iban a comportar de forma tan egoísta e injusta con ella.

No estaban esperándola en la sala común. Hermione se sintió decepcionada. En el fondo, confiaba que estuvieran allí para disculparse. No había nadie, salvo Neville, que bajaba de su habitación en ese momento.

- ¡Eh, buenos días, Neville! – le saludó cordialmente - ¿y el resto? – preguntó intentando hacerse la despistada.

- ¡Ah, buenos días! Soy el último, todos salieron a desayunar hace un rato. Han madrugado mucho hoy – respondía con una mueca de horror. - ¡Deben de tener ganas de que empiecen las clases!

- ¿Vienes a desayunar? – intentó mostrarse amigable Hermione, a pesar de haberse sentido fatal al escuchar que esos dos se habían largado sin esperarla. Estaba claro que esos idiotas seguían pensando que les había traicionado. ¡Pues esta vez no iban a conseguir que les perdonara tan fácilmente!

//////////////////

No se dirigieron la palabra en toda la mañana, a pesar de haber compartido todas las clases. Tanto Harry como Ron, estaban rodeados de gente continuamente. Gente que les preguntaba mil y una cosas sobre la famosa batalla: ese rápido desenlace que ella no había presenciado. Todos los veranos iba a Francia con sus padres; y de un día para otro, el Profeta dio la buena nueva. Siempre pensó que se trataría de una cruenta y larga batalla, pero ni siquiera la vio. Ni siquiera se había enterado de todos los detalles.

Y al parecer, sería la última en hacerlo, pues las esquivas explicaciones de Harry, y las evidentemente adornadas de Ron, no iban dirigidas a ella. ¡Y que no pensaran que quería oírlas! ¡No quería saber nada de ellos!

Seguía sentada, sola, en su habitual asiento, mientras el resto rodeaban a sus ex – mejores amigos. De repente, una ya conocida y siseante voz le habló a su lado.

- Sangresucia… – se sentó junto a ella – ¿tus perritos falderos te han abandonado? – preguntó con una leve sonrisa irónica - ¡Claro! – chasqueó sus dedos – San Potter está saboreando su nueva dosis de fama… ¿Y la comadreja? ¡Ah! El pobretón acaba de descubrir que hay algo más que sangresucias en el colegio… Aunque creo recordar que no es la primera vez que ocurre… ¡Ohhh! – se lamentó con falsa tristeza – ¡Pobre sangresucia abandonada!

-¡Cállate, Malfoy! – le encaró molesta.

- Te dije que te molestaría. Ahora te aguantas.

- Pues al menos lárgate de mi mesa – pidió cansada – sé que quieres estar aquí tanto como yo.

- No, no se mueva, Sr. Malfoy – intervino Slughorn, que acababa de entrar en el aula. – Hoy vamos a elaborar una poción muy compleja y necesito que la realicen por parejas.

A regañadientes, Draco tuvo que quedarse de pareja con Hermione.

Una voz enfadada sonó a espaldas de la chica:

- Qué, ¿confraternizando con el enemigo, otra vez?

- ¡Te dije que te fueras al cuerno! ¡No me hables! – exclamó irritada.

- Celoso, ¿pobretón? – insinuó Draco, girado hacia la mesa de detrás y arqueando una ceja, provocador.

- ¡Krum, pase! ¡Pero tú… TÚ! – gritó enrojeciendo al límite, fusionado con su pelo.

- ¿Krum, pase? – gritó escandalizada ella - ¿Ahora le das el visto bueno al pobre Viktor? ¿Después de tantos años amargándome?

Una voz carraspeó a sus espaldas, tras lo que se giraron bruscamente. Ahí estaba Slughorn con una cara no muy amistosa.

- Si no queréis que os quite puntos, callad y prestad atención.

El silencio se hizo en el aula, y el miedo a perder puntos ya el primer día de clase, quedó patente en cuanto todos callaron de inmediato.

A pesar de las circunstancias, la clase transcurrió con total tranquilidad. Si se puede llamar tranquila a una clase en la que las miradas asesinas se cruzaban continuamente, así como se escuchaban frecuentes murmullos que decían lindezas tales como: “cuidado con tus asquerosas manos, sangresucia, que me contaminas” o “maldito hurón engreído, no seas tan inútil y colabora”.

Para la hora de la cena, las cosas con Ron no habían mejorado nada en absoluto. Él no le había dirigido la palabra y, evidentemente, ella tampoco. Por el contrario, su relación con Harry había vuelto a la normalidad: sus enfados nunca habían sido demasiado largos.

Se dirigían a la mesa de Gryffindor en el Gran Comedor, conversando tranquilamente mientras Ron caminaba unos metros por delante junto a Parvati Patil y Lavender Brown, cuando Ginny se acercó corriendo.

- ¡Herms! – la llamó entre jadeos – McGonagall quiere verte en su despacho. Ya ha terminado de cenar y se dirige hacia allí.

- ¿Tengo que ir ahora mismo? – preguntó la chica girándose hacia la puerta.

- Supongo que podrás cenar algo antes – respondió la pelirroja dubitativa.

///////////////////

Diez minutos más tarde, Hermione se dirigía veloz hacia el despacho de la profesora.

La puerta estaba entornada y se oían varias voces en el interior. Se disponía a entrar cuando reconoció, y cual no sería su sorpresa, una de las voces. Se quedó quieta, pendiente de la conversación.

- Creo que me merezco una habitación individual, si no hubiera sido por mí, no hubiera terminado todo tan rápido.

- Tenemos constancia de ello, y consideramos que debería tener una habitación propia. Pero no por sus servicios, que sin duda fueron valiosos… - concedió McGonagall.

¿Le iban a dar una habitación para él solo? ¿Qué servicios eran esos? ¿Acaso les había sobornado? No es que fuera una idea que la sorprendiera demasiado – se escandalizó Hermione apoyada en el marco de la puerta.

- Anoche fue terrible – se quejó sin haber escuchado a la profesora – tuve que dar un millón de explicaciones cuando nunca nadie me había pedido ninguna. Apenas he dormido, ¡no aguantaré así todo el curso!

- No se preocupe, Sr. Malfoy, a partir de esta noche tendrá una habitación propia – intervino Dumbledore, que al parecer también estaba en el despacho – Y usted también, Srta. Granger. Pase, pase, no sea tímida.

Hermione empujó la puerta levemente. Entró al despacho mirando al suelo y víctima de un fuerte sonrojo, producto de verse vergonzosamente descubierta.

El director no pareció percatarse de la humillante situación de su alumna. O, precisamente por eso, continuó su cháchara como si nada hubiera pasado, en cuanto se cerró la puerta del despacho.

- Dada la situación, comprenderán que no ha habido mucho tiempo para preparar el curso que comienza.

Ambos alumnos asintieron, sentados en dos cómodos sillones conjurados para la ocasión. Dumbledore estaba apoyado levemente en una esquina de la mesa, sonriéndoles tan enigmáticamente como sólo él es capaz. La profesora McGonagall estaba en su asiento, mirándoles complacida. Y en una esquina, sin mediar una sola palabra, estaba Severus Snape.

- Y uno de los cabos sueltos es algo que les concierne a ustedes dos particularmente – siguió explicando el director.

En las caras de los dos alumnos podía verse claramente un signo de interrogación. Parecían no percatarse de a dónde quería llegar el buen hombre.

- Está claro que hablo de los Premios Anuales de este año – aclaró Dumbledore.

Unos brillantes ojos castaños se alzaron hacia el director conteniendo las lágrimas.

- Así es – afirmó, tomando el relevo, la profesora McGonagall – ustedes dos son, sin lugar a duda, los alumnos más brillantes de su promoción. Y por tanto, es un orgullo para nosotros nombrarles los Premios Anuales de este año – sonrió a su alumna. – Como bien sabrán, entre sus obligaciones están las rondas de vigilancia diarias, y ciertas actividades en equipo de las que serán debidamente informados. Estas obligaciones empezarán a partir de mañana.

Ante las palabras “actividades en equipo”, tanto Draco como Hermione se dirigieron una mirada de absoluta repulsa.

- A pesar de los antecedentes en su relación – retomó la palabra Dumbledore – confío en que su sensato juicio llevará a buen puerto esta nueva situación en la que se embarcan. Sin olvidar – añadió en un tono más festivo – que sus privilegios comienzan desde ahora mismo.

- ¿De verdad voy a tener una habitación para mí solo? – insistió Draco nuevamente.

- Por supuesto, jovencito. ¿Y qué me diría si le dijera que va a tener también una pequeña biblioteca en una torre propia? – ofreció alegremente el director.

- ¿Eso quiere decir que mi habitación no va a estar en la torre de Gryffindor? – preguntó la castaña que se sentía extrañamente alegre por la posibilidad. No más situaciones violentas con Ron, no más vanas esperanzas por algo que nunca sucederá.

- Efectivamente, Srta. Granger. Van a tener una habitación alejada de sus respectivas salas comunes, en una torre con una biblioteca particular.

- ¿Y por qué este año es diferente y no tenemos una habitación junto a nuestros compañeros de casa? – preguntó Malfoy, a pesar de mostrarse alegre y aliviado ante la noticia.

- Eso mismo pregunté yo, Sr. Director, ¿por qué cambiarlo? No me parece que de esta idea vaya a salir nada bueno – intervino por vez primera Snape.

- Permíteme contradecirte, Severus. Pero de todas las ideas pueden salir buenos resultados, y ésta me parece brillante.

Los dos profesores miraron con algo de recelo a su director. Acción que no pasó desapercibida por los alumnos, que inevitablemente se preguntaron qué pasaría por la cabeza de su alocado director.

- Bueno, pues si quieren, vayamos a ver sus habitaciones, ¡síganme! – exclamó alegre Dumbledore.

Subieron escaleras y atravesaron corredores hasta llegar a un punto indefinido en el séptimo piso. En una esquina apartada, podía verse un cuadro enorme con dos hermosos jóvenes discutiendo:

- ¡Apolo! ¡Deja ya de perseguirme!

- Pero Dafne… sabes que nuestro destino es estar juntos…

- Ya, ya, chicos, no tienen por qué disimular de esa forma. Estos son los Premios Anuales de quien les hablé – explicó señalando a Hermione y Draco. Se giró hacia éstos y comentó – No les tengáis estas discusiones en cuenta, hace años que nadie utiliza esta torre y deben aprender a comportarse en estos tiempos.

La pareja del cuadro se tomó de la mano sonriente, y dejaron pasar a la comitiva al interior de la torre.

Hermione se quedó en la entrada. No tenía ningún interés en saber cómo era la habitación del hurón. Ya era los suficientemente desesperante el saber que tendrían que colaborar en sus obligaciones como para estar este tiempo junto a él. Pero todo fuese por tener una habitación para ella sola, sin la presencia de sus exasperantes y cotillas compañeras de cuarto.

- Srta. Granger – la llamó la profesora McGonagall desde el interior – ¿acaso no piensa entrar?

- Si no le importa, profesora, prefiero esperarles aquí.

- Eso, sangresucia, no entres. No vaya a ser que lo contamines todo.

- ¡Sr. Malfoy, vigile esa lengua! – le recriminó McGonagall. – Y usted, entre ahora mismo. ¿O no quiere ver su habitación?

- ¿Mi habitación? – repitió ella recelosa a la vez que entraba en la torre.

- Claro, Srta. Granger – dijo el director con una sonrisa, – la suya es la de la izquierda y la del Sr. Malfoy la de la derecha.

Todos los profesores observaron expectantes la reacción de sus dos mejores alumnos. El silencio se cernió sobre la torre y dos rostros se desencajaron automáticamente en una mueca de horror y repulsión.

¿Compartir torre? ¡Nunca!

lunes, 5 de febrero de 2007

El Nuevo Señor Tenebroso cap. 1

Este es mi primer fanfic en este blog, de hecho es el primer fanfic en serio que escribo. O al menos tan en serio como para continuarlo más de un capítulo.

Es de Harry Potter (aquí van las típicas aclaraciones de que si los personajes no son míos y tal y cual... si fueran míos habría cosas muy diferentes en la historia xD)

Es un Draco/Hermione

Cap. 1 El último regreso a Hogwarts



En el tren de camino a Hogwarts se escuchaba un bullicio superior al de otros años. Y no era para menos, la comunidad mágica estaba de celebración y ésta se había extendido a todos los rincones de Inglaterra. Todo el mundo se encontraba en los pasillos, o apostados en las puertas de los compartimentos. No querían perderse el momento en que el gran Harry Potter apareciese. Sin embargo, el tren inició su marcha y Harry no parecía haber subido. ¡El salvador del mundo mágico no estaba en ese tren!

Estaban impacientes por verle, por que les contara de una vez cómo había sido esa precipitada batalla. Porque si algo había sido, era precipitada. Nadie se esperaba una resolución tan rápida. Ambos bandos estaban preparándose para una larga guerra, y sin embargo, en una calurosa tarde de agosto terminó todo. Sorpresivamente, Voldemort había muerto. Para siempre. Y todos querían escuchar, de primera mano, la historia de la terrible lucha. Querían felicitar a Harry, agradecerle el haberles salvado. ¡Tenía que estar en ese tren! ¡No podía haberse escabullido tan fácilmente!

La gente comenzó a revolverse inquieta. Potter tenía que encontrarse en algún lado, ese día comenzaban las clases y era su último curso, no podía faltar.

Una chica, de enmarañados rizos castaños, intentaba abrirse paso entre el gentío para llegar al vagón de los prefectos. Evidentemente, todos la reconocieron como la inseparable amiga de su ídolo Harry Potter, y de inmediato la asediaron para interrogarla. Ella tenía que saber dónde se encontraba El-niño-que-vivió. Se agolparon a su alrededor, y entre gritos y zarandeos la acribillaron a preguntas. Por mucho que les repitiera, una y otra vez, que no sabía dónde se encontraba Harry, no la dejaban en paz.

- ¡Ron! - gritó desesperada, esperando que su pelirrojo amigo acudiera a salvarla de aquella jauría exaltada.

Pero Ron estaba demasiado ocupado atendiendo a un grupito de chicas que lo miraban extasiadas, así que ni se percató de la llamada de auxilio de su amiga. Las chicas se peleaban por colgarse de sus brazos, ¡por algo él era el mejor amigo de Harry Potter, y un participante activo en la caída del Señor Tenebroso!

- Ron, por favor… - sollozó, ya sin ánimos de gritar, la chica.

Realmente le estaba entrando verdadero pánico por la posibilidad de morir asfixiada, cuando la puerta del compartimento más cercano, que había permanecido cerrada hasta el momento, se abrió de repente. Se vio salir un brazo que la agarró del hombro y tiró de ella con fuerza. Una vez dentro, volvió a cerrar con pestillo.

El interior estaba en penumbra, pues las cortinas cubrían toda la ventana, dejando apenas espacio para que entrara la luz. Hermione se disponía a abrazar a su salvador para agradecerle el gesto y casi salvarle la vida, cuando la voz de su acompañante la sobresaltó.

- Malditos críos, mira que llegan a ser cansinos - siseó en un tono grave y gélido.

Hermione alzó los ojos lentamente, con miedo a atestiguar que realmente era quien creía. Y finalmente su mirada se cruzó con unos afilados ojos, del color del acero, que la observaban fijamente.

No pudo evitar pegar un pequeño saltito hacia atrás, pegándose a la puerta.

- ¡Malfoy! - chilló - ¿Qué haces aquí? - le señaló acusadora.

Draco arqueó una ceja escépticamente.

- No creerías que iba a esperar a San Potter allí fuera para que me contara sus batallitas - escupió el rubio arrastrando las palabras, al tiempo que se cruzaba de brazos.

- ¡Malfoy! - volvió a chillar Hermione - ¡Ya sabes a qué me refiero! ¿Qué haces en este tren?

- ¿En este tren? Veamos… - se acarició la barbilla con el pulgar, simulando pensar algo complicado - ¡Oh, sí! Ya sé, ¿ir a Hogwarts, como todos? - afirmó asintiendo, como si hubiera descubierto un nuevo mundo - Para ser la bruja más inteligente del colegio, a veces no pareces demasiado avispada - se burló.

- ¡Deberías estar en Azkaban!

- ¿Y por qué, si puede saberse? - fingió sorprenderse el rubio - Que yo recuerde, todavía no he matado a nadie - sentenció tranquilamente. Acto seguido se sentó cómodamente al lado de la ventanilla, con las piernas estiradas, y se dispuso a observar el paisaje a través de una rendija entre las cortinas.

La estancia se quedó en un absoluto silencio, tan solo amenizado por el traqueteo del tren y la algarabía del pasillo, que todavía se escuchaba sordamente a través de la puerta. La penumbra continuaba, pues Draco no había movido las cortinas y seguía mirando al exterior distraídamente. Parecía completamente sumido en sus pensamientos, y ajeno a cualquier cosa que pudiera suceder en el compartimento.

Esta forma de actuar sorprendió aun más a una ya estupefacta Hermione, que no consiguió más que quedarse en pie, paralizada, con la boca y ojos abiertos, intentando encajar esa situación tan extraña. Porque nadie podría negar que esa situación era bastante rara: dos enemigos reconocidos, que normalmente aprovechaban cualquier motivo para insultarse o atacarse si podían, estaban encerrados por voluntad propia en un pequeño cubículo. Y además en son de paz.

Cuando se lo cuente a Harry y Ron no se lo van a creer - pensó la castaña. - Quizás con todo lo que ha acontecido se le han bajado por fin los humos. ¿Por qué otro motivo habría de salvarme sino? - resolvió esperanzada.

Todavía transcurrieron algunos silenciosos minutos, incómodos para Hermione, ausentes para él, tras los que Draco pareció volver al presente.

- Granger… - murmuró al tiempo que dirigía su mirada hacia ella - ¿Qué haces todavía aquí? - vocalizó amenazadoramente - ¡Largo!

- ¿Cómo que largo? ¿Acaso no oyes que todavía hay gente ahí fuera?

- Y a mí qué. ¡Largo! ¡Ahora!

Pero… ¿Por qué narices…? - se preguntó Hermione suspirando - Ya me parecía a mí, este anormal es incapaz de hacer nada bueno…

- ¿Por qué me has salvado entonces, maldito estúpido? - le encaró. - ¿Para una vez que haces una buena acción no quieres que sirva de nada? - dijo sonriendo con suficiencia a la vez que resaltaba las palabras “buena acción” con retintín. - ¡Oh, el gran Draco Malfoy haciendo una acción desinteresada! - canturreó con burla.

- ¿Quién te ha dicho que mi acción es desinteresada… sangresucia? - respondió el rubio con una sonrisa de superioridad en sus labios - De todas formas es cierto, esta es mi buena acción del año, no esperes ninguna más.

Dicho esto, volvió a mirar el paisaje a través de las cortinas. Parecía haber olvidado por completo la presencia de Hermione.

- Malfoy… - susurró asqueada mientras se sentaba en la otra punta del compartimento - ¿qué ha pasado por tu retorcida mente para haberme ayudado a mí, una “sangresucia”? - escupió con enfado mal contenido.

Sí, estaba enfadada. A fin de cuentas, ese engreído la había ayudado, a saber con qué fin. Y eso era algo que se le escapaba de su comprensión. Por más que su lógica mente buscara una explicación, no la encontraba: aquello era completamente anormal, se mirara por donde se mirara. Además, ¿qué hacía él allí? ¿No se había fugado? ¿Cómo se atrevía a volver a Hogwarts tan tranquilo?

- ¿Cómo es que vuelves a Hogwarts? - se le escapó con un toque de impaciente interés que no supo disimular.

Esa voz pareció despertarlo de su ensimismamiento, porque se irguió sobre el asiento y se giró hacia ella con la mirada más arrogante y la pose más altiva de todo su repertorio.

- ¡Je! Te morías de ganas de verme, ¿eh? - sonrió socarronamente - Es inevitable que la gente de tu clase sienta admiración y deseo por una perfección como yo. ¡Todas caéis rendidas a mis pies! - afirmó con orgullo.

- ¡Qué más quisieras, narcisista! - le contestó furiosa. Definitivamente ese engreído no había cambiado para nada.

- Uno que puede - fanfarroneó - no como otras, ¡pelo de rata!

- Al menos algunos usamos la cabeza para algo más que peinarnos - replicó ella mordazmente.

- ¡Ah! ¿Pero es que tú sabes lo que es un peine? - se escandalizó Malfoy - ¡Por Merlín, entonces sí que no tienes perdón! - se rió burlonamente.

- ¡Piérdete, hurón!

- ¡Piérdete tú, sangresucia! ¡Y vete de mi compartimento!

- El compartimento no es de tu propiedad y me quedaré hasta que me dé la gana - se indignó la castaña. - No pienso moverme de aquí hasta que se vacíe el pasillo.

- Lo que quieras, pero al menos cállate - concedió con voz repentinamente cansada el rubio, que desvió su vista nuevamente a la rendija entre las cortinas y se concentró en observar el exterior.

Hermione lo miró sorprendida. Desde luego, aquello era cada vez menos normal. ¿Desde cuándo Malfoy le daba la razón en algo y no se aprovechaba para insultarla y humillarla todavía más? Vale que ese encuentro no había sido nada amistoso, pero no se habían amenazado con las varitas. De hecho ni siquiera las empuñaban.

Sabía que le había dicho que se callara, y aunque lo más sencillo sería hacerle caso, su espíritu Gryffindor la obligaba a hacer una temeridad, pues la curiosidad la carcomía.

- Malfoy… - tanteó - No has respondido a mi pregunta…

- McGonagall vino en persona a buscarme y me pidió que volviera.

¡McGonagall? - se alarmó la chica - Definitivamente, la buena señora se había vuelto majareta. La respetaba, sí, pero tenía que estar como una regadera para ir a buscar a Malfoy después de que, por fin, habían conseguido librarse de él. Y además, ¿qué carajo le pasaba al imbécil ése? Tan pronto estaba ausente como atento, parecía amable o volvía a ser tan impertinente como siempre. ¿Acaso tenía desdoblamiento de personalidad?

- No me refería a eso…

Malfoy bufó molesto.

- ¿No es evidente? Si te mueres antes de que empiecen las clases no voy a tener a quién fastidiar. Creo que va a ser más complicado meterme con el cara - rajada y el pobretón este curso, así que tú escalas posiciones y te vas a convertir en mi mayor distracción - le explicó como quien habla a un niño. - Voy a hacerte la vida imposible, Granger. Parece mentira que la Premio Anual de este año no se haya dado cuenta de mis intenciones - se carcajeó burlón Malfoy.

El rostro de Hermione, que hasta el momento se había mantenido impasible e incluso había sonreído divertido, demudó de inmediato en una expresión sombría. Su mirada reflejaba escepticismo, mezclado con un brillo que se podía clasificar claramente como decepción.

Esto fue algo que no pasó desapercibido para el rubio Slytherin, que ahora la observaba atentamente. Sus ojos se agrandaron levemente sorprendidos, y sus labios formaron una amplia sonrisa que parecía ser de felicidad absoluta.

- ¡No eres Premio Anual! - sentenció triunfante - ¡Por Merlín, al fin alguien se ha comportado con algo de cordura en ese maldito colegio!

- ¡Pues por lo que veo tú tampoco llevas ninguna chapa, así que tampoco eres el Premio Anual de este año! - contraatacó ofendida.

- ¡Claro que no lo soy! ¿Cómo podría serlo si casi asesiné a Dumbledore el curso pasado? - argumentó bajando el tono de voz. Al parecer no parecía demasiado orgulloso con lo sucedido - Además, sería un escándalo que el Premio Anual de este año fuera el hijo de un mortífago… Aunque bueno, parece ser que tampoco quieren que lo sea una sangresucia - reflexionó el rubio en voz alta. Esta vez no había dicho “sangresucia” con ánimo de fastidiar, pero Hermione se ofendió igualmente, a lo que replicó bastante alterada:

- ¡Si no soy Premio Anual ten por seguro que no es por ser hija de muggles! No todo el mundo tiene tantos prejuicios como tú, debe de haber otra razón… Dumbledore jamás lo… - calló de repente y bajó la mirada al suelo. Por un momento lo había olvidado. Dumbledore estaba muerto, ya poco importaba qué hubiera hecho él de haber continuado siendo el director de Hogwarts. Una pequeña lágrima surcó su mejilla.

- ¡Despierta de una vez, Granger! Tienes las mejores notas de todo el colegio, somos los mejores estudiantes de nuestro curso, ¿no crees que debería ser suficiente para ser Premio Anual? - afirmó más que preguntó Draco. Volvió a mirar al exterior por la rendija entre las cortinas. Ya estaba oscuro y no se veía nada, pero parecía no importarle, pues seguía con la mirada fija en el exterior.

Hermione suspiró levemente. ¿Acaso podía ese pretencioso tener razón en eso? ¿No era la Premio Anual por provenir de familia muggle? ¿No era la Premio Anual por ser una sangresucia? Eso era imposible, después de haber acabado con Voldemort, el mayor precursor de la limpieza de sangre en el mundo mágico, ¿le negaban el Premio Anual por no ser sangre pura? Definitivamente no podía ser por eso. Sin embargo, tenía las mejores notas de todo el curso y parecía no haberle servido de nada. ¿Y Malfoy? Sus notas también eran ejemplares. Aunque en este caso estaba claro que los acontecimientos del curso pasado habían afectado en la decisión. ¿No debería ser la elección del Premio Anual algo imparcial, solamente basado en las calificaciones académicas? Parecía que habían decidido cortar con las complicaciones de raíz. La sociedad estaba todavía muy sensibilizada con el tema, lo mejor debía de ser no ofrecer el cargo a nadie que fuera claramente partidario de alguno de los dos bandos. Y parecía bastante claro donde estaban las preferencias de cada uno. Ningún hijo de mortífago, ningún hijo de muggles. No, definitivamente esa decisión salomónica - si era lo que habían decidido al final - no le gustaba ni un pelo. ¡No era justo! No era justo que después de haber estado estudiando tantos años, esperando obtener ese premio, ahora se lo denegaran de forma tan vil. Había sido su mayor sueño desde que supo de su existencia, ¡maldita sea! ¿Por qué tenía que ser todo tan complicado?

Su ira había ido creciendo por momentos, sin poderlo evitar. ¿Acaso toda la vida iba a ser igual, sin obtener nunca lo que deseaba? En un arranque de frustración golpeó la pared del compartimento con la mano. Pero lo único que consiguió fue dejarla dolorida y enrojecida por el golpe.

Malfoy miró de reojo cómo Hermione masajeaba la mano golpeada. Así que ahora está enfadada - dedujo - Bah, resulta tan evidente que no había pensado en esa posibilidad. A veces me pregunto si no lo harán a propósito, porque es muy difícil ser tan patéticamente inocente, incluso perteneciendo a Gryffindor.

La verdad es que en una situación normal, nada le hubiera divertido más que burlarse de la frustración de la castaña, recordarle su impuro origen y disfrutar de sus airadas contestaciones. Pero estaba demasiado preocupado como para distraerse con tonterías. Parecía mentira que ya nadie se preocupara por leer el periódico, estaban todos tan eufóricos y extasiados con el imbécil de Potter que ni siquiera se habían ocupado de reforzar las medidas de seguridad de Azkaban. Y esa mañana había leído una noticia importante en El Profeta: su padre y su tía Bellatrix se habían fugado la noche anterior. Y la gente simplemente había dicho “vaya, pues tendremos que buscarlos” como si en vez de los dos mortífagos más terroríficos, los que se hubieran fugado fueran dos tiernos gatitos.

Una sonrisa de superioridad brotó inconscientemente de sus labios. Nadie subestimaba a un Malfoy, y menos si se trataba de Lucius. Estaba seguro de que acabarían pagándolo caro. Que el Señor Tenebroso hubiera caído no quería decir que el mago que más odiaba a los muggles - que seguía vivo, por supuesto - se quedara de brazos cruzados viéndolas venir. Debía prevenir a la vieja urraca de McGonagall, sobre todo si quería acabar el curso en paz. Y eso era precisamente lo que pretendía, que su último curso en Hogwarts fuera lo más tranquilo posible. Aunque eso significara pasar olímpicamente de su padre y de sus oscuros planes, que de seguro ya tenía.

Creo que me estoy ablandando - pensó distraídamente minutos más tarde mientras observaba como su compañera de compartimento dormitaba con el ceño fruncido y los puños apretados en, todavía evidente, signo de enfado - debería haberla echado de verdad. Esta maldita sabelotodo me crispa los nervios, aun no entiendo cómo he conseguido aguantarla todo el viaje.¡A ver si va a ser verdad que Potter es un santo!

- ¡Granger! - graznó - Ya estamos llegando, ¡mueve el culo!

Hermione abrió los ojos lentamente. La grave voz la había sobresaltado y no sabía donde estaba. Miró hacia ambos lados del compartimento haciéndose cargo de la situación. Ahí estaba Malfoy, preparando su baúl. Un momento - se alarmó - ¿He estado todo el viaje con Malfoy? ¿Acaso nadie se ha dado cuenta de que no estaba? ¿Ni siquiera Ron? Claro, - sonrió tristemente - él sería el último en enterarse, seguro que había pasado un viaje la mar de entretenido, con un buen lote de chicas adulándole.

Observó como Malfoy terminaba de empacar las cosas que había sacado durante el viaje. Su baúl debía de estar en el compartimento que había elegido al llegar, justo antes de que la marea humana casi la ahogara mientras se dirigía al vagón de los prefectos. Los elfos domésticos lo llevarían más tarde hasta su habitación - recordó con resentimiento -. No entendía por qué no los dejaban cargar con su propio equipaje, que ella supiera no había ningún alumno manco.

El tren paró definitivamente. Draco abrió la puerta y salió presuroso, sin decir ni una sola palabra. Hermione lo siguió, pocos pasos atrás, y saltó con alegría a la estación de Hogsmeade. Vio a Hagrid a lo lejos, llamando a los de primero. Oteó con rapidez entre todos los alumnos buscando a alguien conocido, y vio a lo lejos un par de cabelleras pelirrojas. Se lanzó a la carrera para alcanzarlos enseguida, no pensaba hacer el trayecto en carruaje hasta el colegio con algún otro indeseable.

- ¡Herms! ¿Dónde te habías metido? - preguntó Ginny al verla llegar corriendo.

Todavía no había conseguido recuperar el aliento cuando escuchó una odiosa voz a sus espaldas:

- Sangresucia… que no te haya lanzado ninguna maldición durante el viaje no quiere decir que no vaya a hacerlo en otro momento. No ha cambiado absolutamente nada, ¿entendido?

- No contaba con ello, hurón engreído - respondió ella sin siquiera girarse, y continuó caminando hacia los carruajes junto a sus dos amigos.

Ginny se la quedó mirando con un claro interrogante que Hermione prefirió ignorar. Se giró levemente para observar como Malfoy apretaba la mandíbula con fuerza y giraba sobre sus propios talones en dirección a sus compañeros. Algo le decía que ese no era el primer desplante que recibía Malfoy ese día. Hermione seguía ignorándola, pero igualmente le preguntó:

- ¿A qué ha venido eso? ¿Con quién has estado durante el viaje, Herms?

- Sí, Mione, ¿dónde te habías metido? - se interesó Ron, que se había mostrado ausente hasta el momento y ni siquiera se había percatado del comentario de Malfoy.

Se volvió bruscamente hacia él, con el ceño fruncido y una mirada entre incrédula y colérica. Ginny suspiró, sabía de sobras qué era lo que venía a continuación.

- ¿Ahora te interesas por mí, Ronald Weasley? - siseó en un tono amenazadoramente agudo - ¡Si por ti fuera, ahora mismo estaría aplastada en el pasillo del tren!

Ron tragó saliva con dificultad, ¿qué había hecho ahora para que se pusiera así? La verdad es que Hermione enfadada daba bastante miedo, sobre todo cuando utilizaba ese tono chillón que le recordaba tanto a su madre.

- Mione… No sé de qué me estás hablando…

- ¡Claro que no lo sabes! ¿Cómo ibas a saberlo si sólo tenías ojos para el grupito de chicas que estaba adulándote? - subió el volumen inconscientemente - ¡Si Malfoy no llega a sacarme de allí hubiera muerto asfixiada!

- ¡Cómo? - exclamó Ginny, repentinamente interesada en la discusión. Agarró a Hermione de un brazo y la volteó hacia ella - ¿Has estado con él? ¿Y cómo ha sido?

- Un infierno, por supuesto.

En esos momentos, la cara de Ron estaba tan roja como su pelo, tenía los ojos abiertos como platos y el labio inferior le temblaba compulsivamente.

- ¡Has estado todo el viaje con el inútil de Malfoy! ¡En vez de venir con nosotros! Cómo has podido… ¡traidora!

- Pues con todo lo ruin que es Malfoy, al menos él me ha ayudado. No sé dónde está aquí el traidor, a lo mejor deberías poner en orden tus prioridades - escupió enfadada. Acto seguido se subió al primer carruaje que encontró, junto a unos cuantos Ravenclaws.

Definitivamente esta vez se había pasado. Estaba más que claro que no pensaba volver a hablarle. Al menos, no hasta que fuera a pedirle disculpas. Sabía que en cuanto lo viera con esa carita triste que ponía siempre que se enfadaba con él, se arrepentiría de haber tomado esa decisión. Pero esta vez sería fuerte, que la llamara traidora era algo que no pensaba tolerar. Ni aunque fuese él quien lo decía, esta vez no iba a perdonarlo tan fácilmente como siempre. Esta vez no.

//////////

Ron y Ginny montaron en el carruaje en el que acababa de subir Luna. Ésta desdobló inmediatamente el ejemplar del Quisquilloso que había estado leyendo durante el viaje en tren y lo volvió a colocar, del revés, frente a ella, para continuar con el artículo que había dejado a medias.

- Hermanito, eres un idiota - le reprochó indignada Ginny - esta vez te has pasado, a ver ahora cómo lo arreglas - acabó por compadecerle.

- ¡Ha viajado con Malfoy! ¡Con el hurón! - exclamó con un grito cargado de frustración - ¡Eso es imperdonable! ¿Me oyes? ¡Imperdonable!

Ginny suspiró. ¿En serio que eran hermanos? No podía creer que de verdad tuviera un hermano tan estúpido como éste.

- ¿Y no se te ha ocurrido parar a pensar que quizás la pobre Hermione ha tenido que viajar con ese indeseable por tu culpa? - dejó caer, cansada ya de tanta estupidez.

Ron se cruzó de brazos y frunció el ceño, completamente enfurruñado. ¿Acaso todos se iban a volver en su contra? ¡Había viajado con Malfoy! ¿Es que no tenía derecho a enfadarse?

Una ligera brisa alrededor de su cuello hizo que alzara la vista, para encontrarse con una Luna Lovegood dándole aire insistentemente con el ejemplar del Quisquilloso.

- ¿Se puede saber por qué narices haces eso, lunática? - le recriminó malhumorado.

Luna paró de golpe y se volvió a sentar en su puesto, cabizbaja.

- Lo siento, no pretendía molestarte - se disculpó - no quería que ningún nyhernaluflit de plumas rizadas te dejara la cara con esa expresión para siempre - explicó con gesto compungido.

Ginny dedicó a su hermano una más que significativa mirada, la pobre Luna no tenía la culpa de que fuera tan borrico y tan terco. Sin embargo, Ron no parecía dispuesto a disculparse ante nadie ese día, pues sin variar el gesto anterior arrugó la nariz y cerró los ojos con fuerza, demostrando que todavía estaba más enfadado si cabe. Ginny bufó exasperada y Luna volvió a dirigir su triste mirada hacia el periódico. Ninguno volvió a abrir la boca hasta la llegada al colegio.

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Todos avanzaron por los terrenos de Hogwarts con alegría. Parecía mentira que fuesen allí para estudiar, pues por el ánimo que mostraba la mayoría era como si volvieran a casa después de un largo viaje.

Hermione inspiró profundamente al entrar en el hall, por un momento olvidó los enfados y discusiones de la tarde. Esa era la última vez que volvería a Hogwarts después de las vacaciones de verano, la última vez que los nervios le harían cosquillas en el estómago al comenzar un nuevo curso. La última vez de tantas cosas, parecía mentira que ya fuera su último año.

Y entonces lo vio, ahí estaba Harry: flanqueado por McGonagall y Snape, que a un lado de la escalera batallaban por mantener a los alumnos en orden.

¡Un momento! - recapacitó - ¿qué hace Snape aquí? Esto es demasiado surrealista, primero Malfoy, y ahora Snape.¿Qué demonios está ocurriendo?

Intentó abrirse paso rápidamente entre la aglomeración que se había formado alrededor de Harry, y para cuando lo consiguió, pudo verlo con la sonrisa más auténtica que jamás había mostrado. Se abrazaron con fuerza, como si hiciera años que no se hubieran visto.

- Harry, ¿qué hace aquí Snape? - no pudo evitar preguntar Hermione, a pesar de la alegría del momento. No soportaba no comprender algo, y la situación era bastante rara. Pero Harry solamente negó con la cabeza, sonriendo.

- ¡Hoy es el día más feliz de mi vida! - le confesó al oído.

Las puertas del Gran Comedor se abrieron de golpe, y McGonagall les instó a que entraran rápido, y tomaran asiento en sus respectivas mesas, pues la ceremonia de selección estaba a punto de comenzar.

En pocos minutos ya todo estaba listo. No había ningún alumno fuera de su sitio; cada uno estaba sentado en la mesa de su casa, y los de primero estaban frente a la mesa de los profesores.

De repente, una voz retumbó en todo el comedor, haciendo que cesasen todos los cuchicheos:

- ¡Bienvenidos a un nuevo curso en el colegio Hogwarts de magia y hechicería!

Tras unos primeros segundos de silencio sepulcral, el colegio entero estalló en gritos de júbilo y lágrimas de alegría. Pues frente a ellos había aparecido, por arte de magia, el mejor mago y director que jamás había tenido Hogwarts: Albus Dumbledore.