Terminé esto hace una semana, pero no he podido colgarlo antes. Estoy actualizando desde mi portátil, estoy que no me lo creo!! jujuju *^.^* Este es el capítulo más corto hasta la fecha, 6 páginas de word. Y el que menos me gusta, pero hay cosas necesarias para el futuro, así que ahí queda. Gracias Aya por tus comentarios, y a ti también, Ylenia!! Espero no defraudaros demasiado... Y sino, en fin, ya sabéis... mandadme un abucheo y listo. El otro día vi un cachito de "Ana y el rey" (que no Ana y los siete :/) para ver a Malfoy de más peque, y sigo diciendo que nunca ha estado más mono como en Harry Potter y la Piedra Filosofal. A falta de ver los Borrowers, claro. Los diminutoooooooos (8) nadie sabe donde estaaaaaan (8) me sé el resto de la canción, pero creo que no viene al caso. Os dejo con el quinto capi:
Capítulo 5: Un mal día en la torre
La paciencia no se encontraba entre las mayores virtudes de Lucius Malfoy. Hecho que, innegablemente, había heredado su hijo. Sin embargo, sabía que a veces esperar merecía la pena. Y esta era una de esas ocasiones. Un plan bien trazado requería su tiempo. No debía presionar a nadie todavía, y menos a su hijo. Él sabía cómo hacerle caer definitivamente hacia su lado. Y en ese aspecto tampoco tenía demasiada prisa, tenía noticias de otros que le servirían gustosos.
- ¡Igor! – llamó autoritario, dirigiendo su voz hacia la puerta.
Acto seguido ésta se abrió, dando paso a un hombre alto, de abundante pelo y barba morenos.
- ¿Qué deseas, Lucius?
- ¡Cuántas veces he de repetirte que no me llames Lucius! – le gritó enfurecido. – Para ti soy “Lord Malfoy”, o “mi Lord”, lo que prefieras.
- Sí, Lord Malfoy – susurró entre dientes el hombre.
- Deberías mostrar más agradecimiento al que salvó tu vida de la ira del Señor Tenebroso – exigió Malfoy – Y sabes que yo no me arriesgo por nada. Quiero mi recompensa, y espero que cumplas con lo que te exijo – añadió con voz gélida.
- Sí, Lord Malfoy – respondió de nuevo el hombre, inclinando levemente el rostro en señal de sumisión.
El silencio se adueñó de la estancia por unos minutos. Malfoy estaba concentrado escribiendo en un pergamino, mientras el otro esperaba pacientemente cualquier gesto de su señor.
- ¿Y el chico? – preguntó al cabo de un tiempo Lucius, dejando de escribir – ¿Ha dicho algo más?
- No desde anoche, Lord Malfoy.
- No quiero dejar nada al azar, nadie debe sospechar… - divagó el hombre rubio balanceando una elegante pluma plateada entre sus dedos pulgar e índice – Hazle hablar, no querrá que baje yo mismo a sonsacarle.
- Eso no será necesario, mi Lord – se apresuró a decir Igor, mientras un escalofrío recorría su columna vertebral.
- Está bien, puedes retirarte, Karkaroff.
Con una inclinación de cabeza, éste se despidió de Malfoy cerrando la puerta tras él.
////////////////////////////////////////////////////////////
- ¡Hermione! ¡Hermione, abre la puerta!
Haciendo caso omiso de las quejas de sus dos ocupantes, Ron Weasley seguía aporreando el cuadro que hacía las veces de puerta a la torre de Premios Anuales.
Estuvo varias horas esperando y gritando para que saliera la tarde anterior, cuando ella corrió a encerrarse. Jamás pensó que el decirle que había vuelto con Lavender le afectaría tanto. Pero estaba claro que sí. Y aunque su primera opción fue enfadarse ante la reacción de su amiga, ahora estaba preocupado.
Estaban a sábado y eran las ocho y media de la mañana. Si ir a verla a esas horas en vez de estar durmiendo a gustito en su blanda cama no era quererla y apreciarla, nada lo sería.
Empezó con otra tanda de golpes y gritos en medio del pasillo cuando un ruido se escuchó en el interior de la torre.
- ¿Hermione? ¿Eres tú?
El cuadro se abrió de un brusco tirón, pero no fue una desordenada melena castaña lo que apareció por él, sino una cabeza rubia que mostraba un visible enfado.
- Comadreja, que tu vida social sea un desastre no quiere decir que puedas venir a molestar a los demás a estas horas.
Ron le lanzó una mirada furibunda y le empujó para hacerse paso y entrar en la torre. Sin embargo, Malfoy, a pesar de no ser tan alto como él, le hizo frente impidiéndole pasar.
- ¿Qué crees que estás haciendo, Weasley? – escupió con desagrado al tiempo que se ocupaba de taponar toda la puerta con su cuerpo – ¡No pensarás que te voy a dejar entrar!
- ¡Hurón de mierda! – los ojos de Malfoy se entrecerraron peligrosamente, odiaba que le recordaran lo del hurón – Vengo a ver a Hermione, así que ¡quita de ahí!
- ¿Y no crees que – insinuó Draco esbozando una sonrisa torcida – si la sangresucia quisiera verte – continuó, mirándole con infinita superioridad – te habría abierto la puerta hace horas?
Ron no tuvo más opción que callarse, pues eso era absolutamente cierto.
- Vete a pedir limosna a otra parte, pobretón. Aquí no tenemos sobras para ti – se despidió Malfoy dándole con el cuadro en las narices.
- ¡Maldito mortífago! – gritó el pelirrojo al cuadro cerrado - ¡Púdrete!
Malfoy se apoyó en la parte interior del cuadro, con una mueca de asco desfigurándole el rostro. Estúpido pobretón y estúpida sangresucia, ya bastantes quebraderos de cabeza tenía como para que no le dejaran dormir sus nueve horas de la belleza.
- Granger, ¿sigues viva? – se vio en la obligación de preguntar antes de subir de nuevo a su habitación.
No recordaba haberla visto cambiar de postura desde la tarde anterior, cuando la vio tirada en el sofá, con la cara escondida entre varios cojines. Volvió de cenar y ella seguía igual. Llegó a pensar que se había ahogado, pero al observar cómo su cuerpo se movía casi imperceptiblemente al compás de la lenta respiración, suspiró con alivio.
Bueno, se excusó, no es que estuviera realmente preocupado por ella. No le importaba si se moría o no, pero a nadie le gusta tener un cadáver decorando su salón.
La maraña castaña se movió un poco, dejando visible un rostro de tono enfermizo y con unas profundas ojeras.
Hermione alzó la vista y se topó con un fino pijama de seda negra. Se irguió hasta lograr cruzar la mirada con los grises ojos de Malfoy. Lanzó un gruñido y volvió a desplomarse sobre el sofá.
Draco estaba perplejo. Ya no eran sólo esas pintas de muerta en vida, con esas horribles ojeras, sino que sus ojos estaban completamente enrojecidos e hinchados. Era todavía más repulsiva que de costumbre, y además estaba seguro de que no le había reconocido.
¿No era ella la sabelotodo insufrible y repelente, que le devolvía los insultos de forma increíblemente mordaz, sin inmutarse, siendo que los dirigía a un superior como él?
¿No era ésa la bestia que había osado pegarle un puñetazo en tercero, cuando ni siquiera su padre se había atrevido a ponerle un dedo encima?
Ese tipo de personas no lloraban. La sangresucia no lloraba, ¿no?
Draco reconoció que si él hubiera tenido la desgracia de nacer como un muggle, o peor, como un sangresucia, se habría pasado todos los días de su vida llorando. O se habría suicidado. Un escalofrío le recorrió la columna sólo de pensarlo.
La sangresucia era orgullosa, altiva y chillona. Pero no parecía de esas personas que se echaban a llorar sin más. Algo grave tenía que haberle ocurrido.
- Granger… vete a tu habitación, no quiero ver semejante espectáculo cada vez que entre o salga de la torre.
Increíblemente Hermione se levantó, como una autómata, y se dispuso a obedecer a Malfoy.
Esto último le consternó más que todo lo anterior. ¿Qué carajo le había pasado a Granger para que no se desviviera por replicarle? ¿Qué mierda hacía obedeciéndole? ¡Eso no era propio de ella!
- ¡Granger! – le gritó para ver si reaccionaba. No parecía escucharle. – ¡Granger! – volvió a llamarla zarandeándola por los hombros con sus manos, que previamente había cubierto con las mangas de su pijama. Ahora tendría que quemarlo, menudo fastidio.
Hermione pegó un respingo bajo las manos de Malfoy. ¿Qué quería ahora? ¿No le estaba haciendo caso e iba a esconderse a su habitación?
- ¿Qué quieres, Malfoy? – preguntó hastiada, girándose para encararle. Su voz sonaba algo ronca y cansada. – ¿No ves que me estoy escondiendo para que luego no tengas pesadillas?
- Haberlo pensado antes, esa cara de zombie me perseguirá por años.
Hermione disimuló, como pudo, una pequeña sonrisa. La estaba insultando de verdad, eso no tenía que parecerle divertido. Sin embargo, tras largas horas de llanto, un comentario como ése, lejos de ofenderla, la hacía volver a la normalidad.
- ¿Te parece divertido, Granger? – el semblante de Malfoy se tornó serio – ¿Tanto como fisgonear en mi habitación?
Los ojos de Hermione se abrieron alarmados. ¿La había visto?
- No sé de qué…
- Vamos, Granger – la interrumpió. – Déjalo, los Gryffindor no sabéis mentir. ¿No te fiabas de la palabra de Potty y has tenido que comprobarlo por ti misma? ¿Desde cuándo los Gryffindor no se fían de sus amigos? ¿Y desde cuándo la “perfecta” Granger incumple las normas?
Hermione le miró confusa, mas el rubio siguió hablando.
- Mi habitación no está cerrada con ningún hechizo porque no guardo nada de verdadero valor en él. Y si lo hubiera, nadie, ni siquiera tú, sabelotodo, podrías encontrarlo – explicó, como retándola – Por cierto, como vuelvas a entrar lo lamentarás.
Sólo conseguía mirarle extrañada. Ella no había ido a comprobar nada, Harry no le había contado nada de nada.
- Pero… yo… Harry no…
- Vamos, Granger, no seas estúpida. Te lo estoy confirmando – continuó bastante exasperado el rubio. ¿Qué quería, una confesión? Ponía semejante cara de idiota que hasta parecía no saber de qué le hablaba. – Yo le pasé la información. TODA la información, ¿vale? Y de verdad arriesgué mi vida para conseguirla, así que valóralo. Pero no creas que ha cambiado mi opinión sobre los sangresucia – aclaró apresurado. – Apestáis. Sobre todo tú.
Abrió la boca con sorpresa. ¡Así que de eso hablaban las cartas!
- ¿De verdad pasaste información? – consiguió articular después de procesar toda la información recibida.
Por unos instantes, la tez de Malfoy se vio más pálida de lo normal.
- ¿¡No lo sabías!? – chilló espantado, en un acto reflejo. ¡Esa era la primera vez que hablaba de más en su vida! Debería darse de cabezazos como el estúpido elfo doméstico ese que tuvieron, Fobby o algo así se llamaba.
Ella negó enérgicamente con la cabeza, para consternación del rubio.
- Joder, fantástico – masculló para sí mientras se hacía paso en la escalera, sin importarle si la empujaba con sus propias manos sin protección.
Se encerró en su habitación con un sonoro portazo.
¿Así que lo que había hecho era pasar información sobre los mortífagos? Ahora entendía por qué estaba exigiendo una habitación propia a Dumbledore. Si sus compañeros se enteraran de eso lo matarían. Pero después había dicho que seguía odiando a los “sangresucia”. ¿Por qué lo haría entonces? ¿Y qué pasaba con la carta de su padre?
Bueno, todo eso eran muchas cosas en las que pensar. Suficientes como para ignorar el tema “Ron”.
- Ron… - murmuró. ¡Estúpido, estúpido Ron! Ya no lloraba, pero el enfado y la decepción eran mayúsculos. Tanto como para no salir de su habitación en todo el fin de semana.
////////////////////////////////////////////////
En la torre de Gryffindor se respiraba tranquilidad. La mayoría de alumnos se encontraban en el Gran Comedor desayunando y los más perezosos bajaban ya lentamente hacia la sala común. Un pequeño grupito de chicas de tercero y cuarto cuchicheaban en un rincón, parapetadas tras el último número de “Corazón de Bruja” y lanzando furtivas miradas hacia el sofá más cercano al hogar.
- Alexei, ¿vienes a practicar un poco de quidditch?
El ruso levantó la vista desde el sofá frente al fuego en el que estaba sentado. Dejó de escribir en el cuaderno negro que tenía sobre las rodillas y lo cerró con un inaudible conjuro.
- ¿Perr-dón?
Harry Potter se sentó a su lado.
- Que si vienes a echar una partidita de quidditch – le sonrió. – Gryffindor tiene reservado el campo ahora.
- ¿Quidditch? – repitió el ruso con un pequeño resuello - ¿Ahora? – la voz le temblaba ligeramente.
- ¿No juegas al quidditch? – se sorprendió Harry – Vaya, pensaba que en Durmstrang se practicaría mucho, como Krum estudiaba allí…
En ese momento se abrió el retrato de la Dama Gorda dejando pasar a un alto pelirrojo que gritaba colérico.
- ¡No quiere verme! ¡Y encima manda a Malfoy a decírmelo! – se giró hacia Harry y lo agarró por los hombros zarandeándolo - ¡Harry! ¡Está loca!
- Ron – le interrumpió Harry, soltándose de la opresión sobre sus hombros – Te dije que se lo dijeras con cuidado, sabes que ella no entendió lo vuestro el año pasado. Y si te soy sincero, yo sigo sin entenderlo demasiado – suspiró. – Se le pasará.
- Eso espero – arguyó enfurruñado Ron.
Por un momento se respiró tensión en la sala. Que las discusiones con Hermione fueran como el pan de cada día era una cosa, pero aguantar a un Ronald Weasley enfadado era otra, para la que uno no siempre estaba preparado.
- ¿Bajamos a entrenar? – cambió rápidamente de tema Harry – Tenemos un par de horas y después van los Hufflepuff…
Harry le miró suplicante. Él se encargaría de hablar después con Hermione si hacía falta, pero no más enfados a principio de curso, por Merlín.
- Ah, claro… – farfulló Ron, intentando sonar más tranquilo – ¿Y tú, Alexei, vienes? – preguntó, reparando por vez primera en la presencia del chico, que no parecía atreverse a mediar palabra.
- ¡No le gusta el quidditch! – exclamó entre aspavientos Harry - ¿Te lo puedes creer?
- ¿¡CÓMO!? – gritó escandalizado Ron - ¡Pero tú eres de Durmstrang! ¡Igual que Krum! – hizo constatar como si ese hecho fuera un argumento irrefutable para su estado de shock. – Ahora no me vendrás con que ni siquiera conoces a Vicky, ¿no? – cogió aire entrecortadamente, permanecía completamente estático de la impresión.
El fervor y la admiración de Ron Weasley por Víktor Krum habían regresado. Atrás, y olvidados, quedaron ya sus enfados de cuarto curso, sustituyéndolos una devoción mayor que en sus mejores tiempos. Bulgaria quedaba demasiado lejos como para enfadarse con él. Si algún día volvía, ya se replantearía su postura si fuera necesario. Miraba expectante al ruso, pendiente de estrangularle si decía una burrada tal como: “Ah, pues no sabía que Krum jugaba a quidditch”.
- ¡Clar-ro que sé quién ess Viccky! – exclamó airado el pálido ruso poniéndose en pie – Mira-rré cómo jugáis.
- Eres mejor que Krum con el inglés, al pobre le costó más de un mes decir tres palabras seguidas – le alabó sonriendo Ron, mientras salía de la sala común.
Alexei le devolvió la sonrisa.
¿Vicky? – se preguntó Harry bajando hacia el hall – Vaya, así que no sólo Ron lo llama así…
- ¡Igor! – llamó autoritario, dirigiendo su voz hacia la puerta.
Acto seguido ésta se abrió, dando paso a un hombre alto, de abundante pelo y barba morenos.
- ¿Qué deseas, Lucius?
- ¡Cuántas veces he de repetirte que no me llames Lucius! – le gritó enfurecido. – Para ti soy “Lord Malfoy”, o “mi Lord”, lo que prefieras.
- Sí, Lord Malfoy – susurró entre dientes el hombre.
- Deberías mostrar más agradecimiento al que salvó tu vida de la ira del Señor Tenebroso – exigió Malfoy – Y sabes que yo no me arriesgo por nada. Quiero mi recompensa, y espero que cumplas con lo que te exijo – añadió con voz gélida.
- Sí, Lord Malfoy – respondió de nuevo el hombre, inclinando levemente el rostro en señal de sumisión.
El silencio se adueñó de la estancia por unos minutos. Malfoy estaba concentrado escribiendo en un pergamino, mientras el otro esperaba pacientemente cualquier gesto de su señor.
- ¿Y el chico? – preguntó al cabo de un tiempo Lucius, dejando de escribir – ¿Ha dicho algo más?
- No desde anoche, Lord Malfoy.
- No quiero dejar nada al azar, nadie debe sospechar… - divagó el hombre rubio balanceando una elegante pluma plateada entre sus dedos pulgar e índice – Hazle hablar, no querrá que baje yo mismo a sonsacarle.
- Eso no será necesario, mi Lord – se apresuró a decir Igor, mientras un escalofrío recorría su columna vertebral.
- Está bien, puedes retirarte, Karkaroff.
Con una inclinación de cabeza, éste se despidió de Malfoy cerrando la puerta tras él.
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- ¡Hermione! ¡Hermione, abre la puerta!
Haciendo caso omiso de las quejas de sus dos ocupantes, Ron Weasley seguía aporreando el cuadro que hacía las veces de puerta a la torre de Premios Anuales.
Estuvo varias horas esperando y gritando para que saliera la tarde anterior, cuando ella corrió a encerrarse. Jamás pensó que el decirle que había vuelto con Lavender le afectaría tanto. Pero estaba claro que sí. Y aunque su primera opción fue enfadarse ante la reacción de su amiga, ahora estaba preocupado.
Estaban a sábado y eran las ocho y media de la mañana. Si ir a verla a esas horas en vez de estar durmiendo a gustito en su blanda cama no era quererla y apreciarla, nada lo sería.
Empezó con otra tanda de golpes y gritos en medio del pasillo cuando un ruido se escuchó en el interior de la torre.
- ¿Hermione? ¿Eres tú?
El cuadro se abrió de un brusco tirón, pero no fue una desordenada melena castaña lo que apareció por él, sino una cabeza rubia que mostraba un visible enfado.
- Comadreja, que tu vida social sea un desastre no quiere decir que puedas venir a molestar a los demás a estas horas.
Ron le lanzó una mirada furibunda y le empujó para hacerse paso y entrar en la torre. Sin embargo, Malfoy, a pesar de no ser tan alto como él, le hizo frente impidiéndole pasar.
- ¿Qué crees que estás haciendo, Weasley? – escupió con desagrado al tiempo que se ocupaba de taponar toda la puerta con su cuerpo – ¡No pensarás que te voy a dejar entrar!
- ¡Hurón de mierda! – los ojos de Malfoy se entrecerraron peligrosamente, odiaba que le recordaran lo del hurón – Vengo a ver a Hermione, así que ¡quita de ahí!
- ¿Y no crees que – insinuó Draco esbozando una sonrisa torcida – si la sangresucia quisiera verte – continuó, mirándole con infinita superioridad – te habría abierto la puerta hace horas?
Ron no tuvo más opción que callarse, pues eso era absolutamente cierto.
- Vete a pedir limosna a otra parte, pobretón. Aquí no tenemos sobras para ti – se despidió Malfoy dándole con el cuadro en las narices.
- ¡Maldito mortífago! – gritó el pelirrojo al cuadro cerrado - ¡Púdrete!
Malfoy se apoyó en la parte interior del cuadro, con una mueca de asco desfigurándole el rostro. Estúpido pobretón y estúpida sangresucia, ya bastantes quebraderos de cabeza tenía como para que no le dejaran dormir sus nueve horas de la belleza.
- Granger, ¿sigues viva? – se vio en la obligación de preguntar antes de subir de nuevo a su habitación.
No recordaba haberla visto cambiar de postura desde la tarde anterior, cuando la vio tirada en el sofá, con la cara escondida entre varios cojines. Volvió de cenar y ella seguía igual. Llegó a pensar que se había ahogado, pero al observar cómo su cuerpo se movía casi imperceptiblemente al compás de la lenta respiración, suspiró con alivio.
Bueno, se excusó, no es que estuviera realmente preocupado por ella. No le importaba si se moría o no, pero a nadie le gusta tener un cadáver decorando su salón.
La maraña castaña se movió un poco, dejando visible un rostro de tono enfermizo y con unas profundas ojeras.
Hermione alzó la vista y se topó con un fino pijama de seda negra. Se irguió hasta lograr cruzar la mirada con los grises ojos de Malfoy. Lanzó un gruñido y volvió a desplomarse sobre el sofá.
Draco estaba perplejo. Ya no eran sólo esas pintas de muerta en vida, con esas horribles ojeras, sino que sus ojos estaban completamente enrojecidos e hinchados. Era todavía más repulsiva que de costumbre, y además estaba seguro de que no le había reconocido.
¿No era ella la sabelotodo insufrible y repelente, que le devolvía los insultos de forma increíblemente mordaz, sin inmutarse, siendo que los dirigía a un superior como él?
¿No era ésa la bestia que había osado pegarle un puñetazo en tercero, cuando ni siquiera su padre se había atrevido a ponerle un dedo encima?
Ese tipo de personas no lloraban. La sangresucia no lloraba, ¿no?
Draco reconoció que si él hubiera tenido la desgracia de nacer como un muggle, o peor, como un sangresucia, se habría pasado todos los días de su vida llorando. O se habría suicidado. Un escalofrío le recorrió la columna sólo de pensarlo.
La sangresucia era orgullosa, altiva y chillona. Pero no parecía de esas personas que se echaban a llorar sin más. Algo grave tenía que haberle ocurrido.
- Granger… vete a tu habitación, no quiero ver semejante espectáculo cada vez que entre o salga de la torre.
Increíblemente Hermione se levantó, como una autómata, y se dispuso a obedecer a Malfoy.
Esto último le consternó más que todo lo anterior. ¿Qué carajo le había pasado a Granger para que no se desviviera por replicarle? ¿Qué mierda hacía obedeciéndole? ¡Eso no era propio de ella!
- ¡Granger! – le gritó para ver si reaccionaba. No parecía escucharle. – ¡Granger! – volvió a llamarla zarandeándola por los hombros con sus manos, que previamente había cubierto con las mangas de su pijama. Ahora tendría que quemarlo, menudo fastidio.
Hermione pegó un respingo bajo las manos de Malfoy. ¿Qué quería ahora? ¿No le estaba haciendo caso e iba a esconderse a su habitación?
- ¿Qué quieres, Malfoy? – preguntó hastiada, girándose para encararle. Su voz sonaba algo ronca y cansada. – ¿No ves que me estoy escondiendo para que luego no tengas pesadillas?
- Haberlo pensado antes, esa cara de zombie me perseguirá por años.
Hermione disimuló, como pudo, una pequeña sonrisa. La estaba insultando de verdad, eso no tenía que parecerle divertido. Sin embargo, tras largas horas de llanto, un comentario como ése, lejos de ofenderla, la hacía volver a la normalidad.
- ¿Te parece divertido, Granger? – el semblante de Malfoy se tornó serio – ¿Tanto como fisgonear en mi habitación?
Los ojos de Hermione se abrieron alarmados. ¿La había visto?
- No sé de qué…
- Vamos, Granger – la interrumpió. – Déjalo, los Gryffindor no sabéis mentir. ¿No te fiabas de la palabra de Potty y has tenido que comprobarlo por ti misma? ¿Desde cuándo los Gryffindor no se fían de sus amigos? ¿Y desde cuándo la “perfecta” Granger incumple las normas?
Hermione le miró confusa, mas el rubio siguió hablando.
- Mi habitación no está cerrada con ningún hechizo porque no guardo nada de verdadero valor en él. Y si lo hubiera, nadie, ni siquiera tú, sabelotodo, podrías encontrarlo – explicó, como retándola – Por cierto, como vuelvas a entrar lo lamentarás.
Sólo conseguía mirarle extrañada. Ella no había ido a comprobar nada, Harry no le había contado nada de nada.
- Pero… yo… Harry no…
- Vamos, Granger, no seas estúpida. Te lo estoy confirmando – continuó bastante exasperado el rubio. ¿Qué quería, una confesión? Ponía semejante cara de idiota que hasta parecía no saber de qué le hablaba. – Yo le pasé la información. TODA la información, ¿vale? Y de verdad arriesgué mi vida para conseguirla, así que valóralo. Pero no creas que ha cambiado mi opinión sobre los sangresucia – aclaró apresurado. – Apestáis. Sobre todo tú.
Abrió la boca con sorpresa. ¡Así que de eso hablaban las cartas!
- ¿De verdad pasaste información? – consiguió articular después de procesar toda la información recibida.
Por unos instantes, la tez de Malfoy se vio más pálida de lo normal.
- ¿¡No lo sabías!? – chilló espantado, en un acto reflejo. ¡Esa era la primera vez que hablaba de más en su vida! Debería darse de cabezazos como el estúpido elfo doméstico ese que tuvieron, Fobby o algo así se llamaba.
Ella negó enérgicamente con la cabeza, para consternación del rubio.
- Joder, fantástico – masculló para sí mientras se hacía paso en la escalera, sin importarle si la empujaba con sus propias manos sin protección.
Se encerró en su habitación con un sonoro portazo.
¿Así que lo que había hecho era pasar información sobre los mortífagos? Ahora entendía por qué estaba exigiendo una habitación propia a Dumbledore. Si sus compañeros se enteraran de eso lo matarían. Pero después había dicho que seguía odiando a los “sangresucia”. ¿Por qué lo haría entonces? ¿Y qué pasaba con la carta de su padre?
Bueno, todo eso eran muchas cosas en las que pensar. Suficientes como para ignorar el tema “Ron”.
- Ron… - murmuró. ¡Estúpido, estúpido Ron! Ya no lloraba, pero el enfado y la decepción eran mayúsculos. Tanto como para no salir de su habitación en todo el fin de semana.
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En la torre de Gryffindor se respiraba tranquilidad. La mayoría de alumnos se encontraban en el Gran Comedor desayunando y los más perezosos bajaban ya lentamente hacia la sala común. Un pequeño grupito de chicas de tercero y cuarto cuchicheaban en un rincón, parapetadas tras el último número de “Corazón de Bruja” y lanzando furtivas miradas hacia el sofá más cercano al hogar.
- Alexei, ¿vienes a practicar un poco de quidditch?
El ruso levantó la vista desde el sofá frente al fuego en el que estaba sentado. Dejó de escribir en el cuaderno negro que tenía sobre las rodillas y lo cerró con un inaudible conjuro.
- ¿Perr-dón?
Harry Potter se sentó a su lado.
- Que si vienes a echar una partidita de quidditch – le sonrió. – Gryffindor tiene reservado el campo ahora.
- ¿Quidditch? – repitió el ruso con un pequeño resuello - ¿Ahora? – la voz le temblaba ligeramente.
- ¿No juegas al quidditch? – se sorprendió Harry – Vaya, pensaba que en Durmstrang se practicaría mucho, como Krum estudiaba allí…
En ese momento se abrió el retrato de la Dama Gorda dejando pasar a un alto pelirrojo que gritaba colérico.
- ¡No quiere verme! ¡Y encima manda a Malfoy a decírmelo! – se giró hacia Harry y lo agarró por los hombros zarandeándolo - ¡Harry! ¡Está loca!
- Ron – le interrumpió Harry, soltándose de la opresión sobre sus hombros – Te dije que se lo dijeras con cuidado, sabes que ella no entendió lo vuestro el año pasado. Y si te soy sincero, yo sigo sin entenderlo demasiado – suspiró. – Se le pasará.
- Eso espero – arguyó enfurruñado Ron.
Por un momento se respiró tensión en la sala. Que las discusiones con Hermione fueran como el pan de cada día era una cosa, pero aguantar a un Ronald Weasley enfadado era otra, para la que uno no siempre estaba preparado.
- ¿Bajamos a entrenar? – cambió rápidamente de tema Harry – Tenemos un par de horas y después van los Hufflepuff…
Harry le miró suplicante. Él se encargaría de hablar después con Hermione si hacía falta, pero no más enfados a principio de curso, por Merlín.
- Ah, claro… – farfulló Ron, intentando sonar más tranquilo – ¿Y tú, Alexei, vienes? – preguntó, reparando por vez primera en la presencia del chico, que no parecía atreverse a mediar palabra.
- ¡No le gusta el quidditch! – exclamó entre aspavientos Harry - ¿Te lo puedes creer?
- ¿¡CÓMO!? – gritó escandalizado Ron - ¡Pero tú eres de Durmstrang! ¡Igual que Krum! – hizo constatar como si ese hecho fuera un argumento irrefutable para su estado de shock. – Ahora no me vendrás con que ni siquiera conoces a Vicky, ¿no? – cogió aire entrecortadamente, permanecía completamente estático de la impresión.
El fervor y la admiración de Ron Weasley por Víktor Krum habían regresado. Atrás, y olvidados, quedaron ya sus enfados de cuarto curso, sustituyéndolos una devoción mayor que en sus mejores tiempos. Bulgaria quedaba demasiado lejos como para enfadarse con él. Si algún día volvía, ya se replantearía su postura si fuera necesario. Miraba expectante al ruso, pendiente de estrangularle si decía una burrada tal como: “Ah, pues no sabía que Krum jugaba a quidditch”.
- ¡Clar-ro que sé quién ess Viccky! – exclamó airado el pálido ruso poniéndose en pie – Mira-rré cómo jugáis.
- Eres mejor que Krum con el inglés, al pobre le costó más de un mes decir tres palabras seguidas – le alabó sonriendo Ron, mientras salía de la sala común.
Alexei le devolvió la sonrisa.
¿Vicky? – se preguntó Harry bajando hacia el hall – Vaya, así que no sólo Ron lo llama así…
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La Torre de Premios Anuales está resultando ser tal y como me imaginaba – pensaba sonriente Dumbledore desenvolviendo un caramelo de limón que luchaba por escapar de sus manos.
Sí, ninguno de sus ocupantes estaba contento con la estancia, exactamente como había predicho Severus. Pero tal y como había supuesto él, el hecho de que estuvieran encerrados y enfadados no se debía sólo a la obligación de estar juntos. Eso no quería decir que fueran a disfrutar viviendo puerta con puerta. Eran dos de los máximos exponentes de Gryffindor y Slytherin: se odiaban. Aunque quizás a fuerza de verse obligados a convivir la mayor parte del día durante todo el año, sus ataques mágicos, físicos y verbales fueran remitiendo paulatinamente. Sinceramente, tampoco veía el asunto como algo tan grave. La gravedad estribaba en si esos comportamientos infantiles iban a seguir produciéndose después de graduarse: ese comportamiento agresivo en adultos sí que era peligroso.
Por eso seguía pensando que su idea de forzar la comunicación entre los Premios Anuales de ese año, que era una de las promociones más conflictivas teniendo en cuenta el factor “Potter”, era de las más brillantes que habían surgido de su imaginativa mente.
- El ambiente está tenso en la torre – vaticinó el director, hablando a los cuadros de su despacho, que asentían con la cabeza. Más de uno había sucumbido ante la tentación de ir a fisgonear (aunque jamás lo admitirían públicamente) y ver si era cierto que esos dos no se habían matado.
Dumbledore se levantó de su sillón y se dirigió a su pensadero. Unas finas hebras plateadas salieron de su cabeza, estiradas mágicamente por su varita. Acto seguido cayeron junto al resto de hebras, fundiéndose en una difusa masa color plata.
Son sus propios fantasmas los que no les dejan ser felices.
- La señorita Granger necesita algo de independencia – caviló rascándose la barba. – Necesita tiempo para poner en orden sus prioridades y superar la decepción de no haber participado más activamente en la lucha, a pesar de haber estado tan preparada.
Volvió a sentarse en su sillón, apoyando las manos sobre el escritorio. Su mano derecha seguía algo ennegrecida, rígida e inútil. Cada vez dudaba más de su recuperación, aunque había recobrado parte de sensibilidad en los dedos.
- Y el joven Malfoy – suspiró. – Sabía que finalmente haría lo correcto. Aunque es normal que esté confuso, la situación es diferente ahora. Se trata de su padre.
Volvió a dirigirse hacia los cuadros. Los antiguos directores le observaban fijamente.
- Claro que duda, pero mientras lo haga hay esperanza – resolvió sonriente. – Y además, queridos, unos segundos de legeremancia a tiempo pueden ser muy útiles. Pero guárdenme el secreto, ¿eh? – confesó en tono cómplice mientras les guiñaba un ojo.
1 comentario:
Si que es cortito!! >.<
Me está gustando mucho ^^
Que guay que tengas internet en el portátil =D
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